27 de abril de 2012

Viaje a la memoria de Santiago


En Santiago de Chile, la capital del país, no hemos pasado demasiados días. Parece mentira pero, aunque somos muy urbanitas, el choque de la gran ciudad después de tanta naturaleza nos ha resultado algo fuerte. Ir enlatados en el metro, la cantidad de coches, la neblina de contaminación que sólo deja entrever la imponente cordillera de los Andes… son aspectos que nos han sorprendido como si hiciera años que no pisáramos una ciudad.
Para ser justos, tenemos que decir que podríamos haber pasado muchos más días descubriendo Santiago. Esta ciudad es para vivirla, más que para visitarla como turista. Con una oferta cultural apabullante y barrios grafiteados llenos de locales y galerías como Bellavista, seguro que se suceden movidas muy interesantes. Los santiaguinos también nos han parecido personas muy amables y curiosas, y abundan, más que en cualquier otro lugar que hayamos pisado hasta ahora, los modernos de pantalón de pitillo, los tupés, los emos y los pelos verdes.
Tuvimos la mala suerte de que el Museo Precolombino estuviera cerrado (parece que lo van a remodelar durante todo 2012), así que nos contentamos con recorrer la ciudad para conocer su historia. La impresionante y oscura catedral, donde apenas hay vidrieras para que no la derrumbe ningún terremoto, pero que a la vez es tan altiva y elegante, fue seguramente lo que más nos gustó.
Pero sin duda lo más notable, para conocer la historia reciente de Chile, fue visitar el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, cuyo recorrido empieza con una sala dedicada al golpe de Estado de 1973 contra el gobierno del presidente izquierdista Salvador Allende. A partir de ese 11 de septiembre (otro 11 de septiembre, ¿pero qué tendrá esta fecha?), que se recuerda con multitud de vídeos y fragmentos radiofónicos, dos plantas enteras desgranan las etapas por las que pasó la dictadura y las numerosísimas violaciones de los derechos humanos del terrorismo de Estado. El museo, que cuenta con cientos de testimonios y documentos audiovisuales muy valiosos, recorre también las luchas sociales, iniciadas por familiares de prisioneros políticos, desaparecidos y ejecutados, en un periodo que acaba con el plebiscito de 1988, cuando la mayoría de chilenos votó NO a la continuación de Pinochet. El recorrido resulta muy interesante pues, además de recuperar una parte fundamental de la memoria de Chile, muestra cómo una sociedad y la presión internacional pudieron derrotar una dictadura por la vía democrática.
Además del museo, también visitamos un centro de detención y tortura situado en el mismo centro de Santiago, Londres 38. Durante la visita guiada por las salas vacías de una antigua casa unifamiliar burguesa convertida en centro de tortura, uno puede imaginarse lo que debían sentir las casi 30.000 personas que fueron recluidas en más de 1.000 centros por todo el país. De éstos, más de 3.000 desaparecieron o fueron ejecutados. Nos pareció  interesante que no se conserva ningún instrumento de tortura ni nada que pudiera distraer la atención hacia aspectos macabros (no es el Museo de la Tortura de Amsterdam, cuyo brutal contenido despierta mucho interés, pero no invita a ninguna reflexión posterior). En la visita, que compartimos con unos escolares, el guía logró que habláramos sobre la necesidad de la separación entre el poder ejecutivo y judicial, o sobre la importancia de que el Estado respete siempre la dignidad humana para no perder la legitimidad.
Además de la parte histórica y cultural, también salimos una noche a un local que cuyo nombre no queremos acordarnos. Pero en el bar de al lado probamos el riquísimo pero también letal Terremoto, una bebida local con vino blanco, helado de piña y algún que otro licor más, que se parece al agua de Valencia: vas bebiendo, es muy suavecita, y, zas, a la que te das cuenta, estás dando tumbos. Muy recomendable.
Ah, y otra experiencia interesante la tuvo Mariona en una exposición del vídeo-artista Louis van Andelsheim en el Museo de Arte Contemporáneo. En una instalación te invitaban a meter la cabeza, con los ojos cerrados, en un agujero de una pared. Después de sacarla, te hacían entrar a otra sala, ¿y ahí qué veías? Ni más no menos que a ti misma metida en un ataúd, con los ojos cerrados… ¡Muy fuerte! Fue muy reconfortante salir de esa sala y verte reflejada en un espejo, vivita y coleando.

Por cierto, nos perdimos el temblor de casi 7 grados que sacudió Chile mientras íbamos en un autobús de Pucón a Santiago. El bamboleo era tanto en el piso de arriba que no notamos nada de nada. Por lo visto gue muy largo y los guiris se asustaron bastante, así que igual fue mejor perdérselo, aunque como experiencia nos hubiera gustado sentirlo, la verdad.


Subiendo al Cerro Santa Lucía con cara de haber comido un limón



La robusta Catedral, sabiamente endulzada por arquitectos italianos



Xavi posando en una foto que la fotógrafa no quería hacer



Dedicado al Equipo L



Pescadería en el mercado ¡nunca habíamos visto cortar el pescado tan rápido!



Un ceviche y un buen caldo para acompañarlo



Allende mirando hacia La Moneda



En Londres 38, recordando episodios de "desinformación"



Mimetizándonos con el arte callejero en Bellavista...



donde todo absolutamente está cubierto de graffittis



¡El ansiado lametón!



En el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos



Frente a las fotos de los ejecutados y desaparecidos



Mi imagen en un ataud, pero cuidado... ¡que esta muerta está muy viva!



Un terremoto (temblor para los chilenos) y nosotros sin sentirlo...



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