El Perito Moreno es algo absolutamente impresionante. Lo ves por primera vez y dices “ohhh”, y así te puedes pasar horas y horas mirando la forma del glaciar y los picos de hielo en su interior, los diferentes tonos de azul, oyendo como crepita y como discurre el agua por dentro del mismo. De repente, suena algo parecido a los fuegos artificiales cuando explotan y son trozos más o menos grandes de hielo que caen sobre el agua casi helada, creando nuevos sonidos fantásticos y formando un oleaje que llega hasta la costa.
La gente, apoyada en las barandillas y cara al hielo, va filosofando y deja ir perlas como “esto es como una cámara frigorífica eterna”. Otros hablan de viajes a Japón y uno comenta que la ambición es incompatible con la tranquilidad y la felicidad. Una pareja de Sabadell mira atentamente el hielo bajo el sol. Llevan allí más de seis horas y son sus últimos minutos.
Van pasando las horas, va cambiando la tarde, y el glaciar es cada vez más bonito, más azul, más mágico. El sol se esconde y empieza a soplar el viento helado, pero allí estamos los que quedamos, mirándolo en completo silencio y distribuidos por un largo sistema de pasarelas de modo que nos parece estar solos ante el hielo, deseando que caiga algún trozo más y especulando sobre dónde podría suceder.
Son las 7, llevamos casi cinco horas mirando el hielo, y cuesta irse. El bus no espera, así que toca despedirse de este espectáculo que nos tiene hipnotizados. Una pareja de ancianos uruguayos nos comenta, algo triste, que nosotros podremos volver, pero que para ellos es la segunda y última vez que visitan el Perito Moreno. Entendemos su sentimiento, porque aunque es una suerte inmensa ver este glaciar, tiene algo insondable por lo que toda persona siempre va a querer volver para admirarlo y experimentar su magia.
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