29 de abril de 2012

Patiperreando por Valparaíso


En Valparaíso nos hemos dedicado a patiperrear, o lo que es lo mismo, deambular por sus calles, para arriba y para abajo, sin rumbo fijo.
Y es que Valparaíso es el puerto y los cerros, y empinadas calles que suben hasta el cielo y bajan serpenteando hacia el agua del Pacífico. Valparaíso es ambiente de puerto, puestos de pescado en la calle, contenedores y grandes grúas en el horizonte.
Valparaíso es gente que vaga por las calles, viejos marineros borrachos, jóvenes dibujando en las esquinas, perros pulgosos que se rascan la espalda contra el suelo.
Valparaíso son viejos ascensores verticales, escondidos tramos de escaleras, casas de colores, cables que cortan el cielo.
Valparaíso son mensajes en las paredes, grafitis, arte callejero.
Valparaíso es una ciudad con vida.
Me encanta Valparaíso.



El puerto, el ascensor, el mar... mirador privilegiado desde el cerro



Jaibas que desafían la ley de la gravedad



Choritos, machas, todo en abudancia



Y el rico pescado, cómo no



Para subir o bajar de los cerros se puede tomar el casi vertical ascensor...



o optar por tramos y tramos de escaleras



Para tomar fuerzas y hacer amigos, nada mejor que unas chorrillanas en el J. Cruz



con un ambientazo fantástico



Seguimos andando por el museo al aire libre



donde nos acompañan perros



y jóvenes dibujantes sentados por todas partes...



En el  museo, Xavi encuentra sus montañas



Y es que en Valparaíso hay mil rincones



árboles y plantas que salen de las paredes



bancos improvisados



ciertos mensajes sobre la "wea" de la tele



y hasta un museo/blibioteca montado



por del Compañero Yuri




Y por las ventanas, entra "la luz"

de los cables que cortan el cielo mientras anochece.

27 de abril de 2012

Viaje a la memoria de Santiago


En Santiago de Chile, la capital del país, no hemos pasado demasiados días. Parece mentira pero, aunque somos muy urbanitas, el choque de la gran ciudad después de tanta naturaleza nos ha resultado algo fuerte. Ir enlatados en el metro, la cantidad de coches, la neblina de contaminación que sólo deja entrever la imponente cordillera de los Andes… son aspectos que nos han sorprendido como si hiciera años que no pisáramos una ciudad.
Para ser justos, tenemos que decir que podríamos haber pasado muchos más días descubriendo Santiago. Esta ciudad es para vivirla, más que para visitarla como turista. Con una oferta cultural apabullante y barrios grafiteados llenos de locales y galerías como Bellavista, seguro que se suceden movidas muy interesantes. Los santiaguinos también nos han parecido personas muy amables y curiosas, y abundan, más que en cualquier otro lugar que hayamos pisado hasta ahora, los modernos de pantalón de pitillo, los tupés, los emos y los pelos verdes.
Tuvimos la mala suerte de que el Museo Precolombino estuviera cerrado (parece que lo van a remodelar durante todo 2012), así que nos contentamos con recorrer la ciudad para conocer su historia. La impresionante y oscura catedral, donde apenas hay vidrieras para que no la derrumbe ningún terremoto, pero que a la vez es tan altiva y elegante, fue seguramente lo que más nos gustó.
Pero sin duda lo más notable, para conocer la historia reciente de Chile, fue visitar el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, cuyo recorrido empieza con una sala dedicada al golpe de Estado de 1973 contra el gobierno del presidente izquierdista Salvador Allende. A partir de ese 11 de septiembre (otro 11 de septiembre, ¿pero qué tendrá esta fecha?), que se recuerda con multitud de vídeos y fragmentos radiofónicos, dos plantas enteras desgranan las etapas por las que pasó la dictadura y las numerosísimas violaciones de los derechos humanos del terrorismo de Estado. El museo, que cuenta con cientos de testimonios y documentos audiovisuales muy valiosos, recorre también las luchas sociales, iniciadas por familiares de prisioneros políticos, desaparecidos y ejecutados, en un periodo que acaba con el plebiscito de 1988, cuando la mayoría de chilenos votó NO a la continuación de Pinochet. El recorrido resulta muy interesante pues, además de recuperar una parte fundamental de la memoria de Chile, muestra cómo una sociedad y la presión internacional pudieron derrotar una dictadura por la vía democrática.
Además del museo, también visitamos un centro de detención y tortura situado en el mismo centro de Santiago, Londres 38. Durante la visita guiada por las salas vacías de una antigua casa unifamiliar burguesa convertida en centro de tortura, uno puede imaginarse lo que debían sentir las casi 30.000 personas que fueron recluidas en más de 1.000 centros por todo el país. De éstos, más de 3.000 desaparecieron o fueron ejecutados. Nos pareció  interesante que no se conserva ningún instrumento de tortura ni nada que pudiera distraer la atención hacia aspectos macabros (no es el Museo de la Tortura de Amsterdam, cuyo brutal contenido despierta mucho interés, pero no invita a ninguna reflexión posterior). En la visita, que compartimos con unos escolares, el guía logró que habláramos sobre la necesidad de la separación entre el poder ejecutivo y judicial, o sobre la importancia de que el Estado respete siempre la dignidad humana para no perder la legitimidad.
Además de la parte histórica y cultural, también salimos una noche a un local que cuyo nombre no queremos acordarnos. Pero en el bar de al lado probamos el riquísimo pero también letal Terremoto, una bebida local con vino blanco, helado de piña y algún que otro licor más, que se parece al agua de Valencia: vas bebiendo, es muy suavecita, y, zas, a la que te das cuenta, estás dando tumbos. Muy recomendable.
Ah, y otra experiencia interesante la tuvo Mariona en una exposición del vídeo-artista Louis van Andelsheim en el Museo de Arte Contemporáneo. En una instalación te invitaban a meter la cabeza, con los ojos cerrados, en un agujero de una pared. Después de sacarla, te hacían entrar a otra sala, ¿y ahí qué veías? Ni más no menos que a ti misma metida en un ataúd, con los ojos cerrados… ¡Muy fuerte! Fue muy reconfortante salir de esa sala y verte reflejada en un espejo, vivita y coleando.

Por cierto, nos perdimos el temblor de casi 7 grados que sacudió Chile mientras íbamos en un autobús de Pucón a Santiago. El bamboleo era tanto en el piso de arriba que no notamos nada de nada. Por lo visto gue muy largo y los guiris se asustaron bastante, así que igual fue mejor perdérselo, aunque como experiencia nos hubiera gustado sentirlo, la verdad.


Subiendo al Cerro Santa Lucía con cara de haber comido un limón



La robusta Catedral, sabiamente endulzada por arquitectos italianos



Xavi posando en una foto que la fotógrafa no quería hacer



Dedicado al Equipo L



Pescadería en el mercado ¡nunca habíamos visto cortar el pescado tan rápido!



Un ceviche y un buen caldo para acompañarlo



Allende mirando hacia La Moneda



En Londres 38, recordando episodios de "desinformación"



Mimetizándonos con el arte callejero en Bellavista...



donde todo absolutamente está cubierto de graffittis



¡El ansiado lametón!



En el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos



Frente a las fotos de los ejecutados y desaparecidos



Mi imagen en un ataud, pero cuidado... ¡que esta muerta está muy viva!



Un terremoto (temblor para los chilenos) y nosotros sin sentirlo...



25 de abril de 2012

El Villarrica, el volcán que me quitó el sueño

El volcán Villarrica domina las vistas de Pucón y en días despejados es verdaderamente imponente, tanto por su tamaño y belleza como por la columna de humo que sale de su cráter. Está dentro de los 10 volcanes más activos del mundo, siendo su ascensión uno de los máximos reclamos de la región.

Después de meditarlo, decidimos que la excursión era más bien para Xavi, así que Mariona se quedaría en el pueblo. Se trata de una ascensión en teoría factible para nuestro estado físico, pero con sus peligros, especialmente en esta época del año (otoño), ya que caen numerosas rocas y hay que subir por un glaciar en el cual han muerto varios excursionistas. Hay un tramo del glaciar bastante empinado y por la mañana, cuando se asciende, te encuentras con placas de hielo, por lo que un mal paso puede llevarte deslizando hasta al vacío o a unas rocas poco amigables, por no hablar de las grietas que pueden engullirte. Dicho así se le quitan a uno las ganas de subir, pero la verdad es que al final la experiencia fue alucinante, aunque Xavi ha de reconocer que se cagó un poco subiendo por el glaciar, su primera experiencia con crampones y piolet.

Aquí va su relato:

   
    La tarde antes de la ascensión estuvimos preguntando precios y viendo diferentes compañías, a ver cual nos inspiraba más confianza. Cada una afirmaba tener los mejores guías, aunque indagando sobre el tema seguridad al final todas también hablaban de algún que otro accidente, que si una rodilla dañada por un pedrolo, que si una pierna rota bajando por las rocas,  que si los dos chicos que se mataron el año pasado… Así que al final me decidí por la que más me inspiró, por un precio medio, y nos pasamos el resto de la tarde contemplando lo que me esperaba al día siguiente.

Después de recogerme a las 6.30 del hostel y llegar a la estación de esquí que está a los pies del volcán, la mayoría de los aventureros tomamos el telesilla que debe evitarnos la primera hora de subida (de un total de 5) para llegar más frescos al glaciar.


 
Dejamos las nubes bajo nuestros pies, nos ponemos los cascos, y seguimos la ascensión.

 
Seguimos subiendo y un mar de nubes cubre el paisaje con un fondo fantástico que da un toque de magia al lugar.

Llevamos un tramo subiendo y ya nos acercamos al glaciar.


 
Después de unas dos horas de subida llegamos al glaciar, así que a coger fuerzas y a calzarse para la subida.
  

  
Nos ponemos los crampones y aprovechamos unos minutos para disfrutar del magnífico paisaje.

 
Ya estamos a punto, sólo falta la señal para ir para arriba…. ¡Uffff, que nervios!

 
Pero eso sí, hay que subir bien guapetón, por si salgo en las noticias! Jejeje

 
Bufff, he sufrido lo mío en la subida. No he tenido coj… ni de sacar la cámara de fotos en el anterior descanso. Durante la subida, a parte de vigilar no resbalar hay que estar atento al viento y a los gritos de “¡¡¡rocas!!!!”, aunque por suerte ninguno de los pedrolos que han caído ha pasado cerca. Hay que estar concentrado, pero por fin hemos llegado a una zona de descanso donde después de hora y media nos sacamos los crampones, para subir a continuación un empinado tramo de rocas y llegar a la cumbre.

¡¡¡Síííí!!! ¡¡¡Llegamos al cráter!!!!!


¡Aquí está el cráter! Aunque no se ve un carajo ya que está humeando más de lo normal y no podemos demorarnos. ¡Cuando el viento sopla hacia nosotros el aire es prácticamente irrespirable y el guía nos indica que hay que bajar (¡tanta matada para dos minutillos de gloria!)

 
¡Pero las vistas son fantásticas!!!! Y ahora “sólo” toca bajar.

 
Ya estamos bastante abajo, ¡más rápido de lo que esperaba! La mayor parte del trayecto deslizando por el glaciar: ¡¡¡¡Estupendito!!!!! Nada de crampones!

Y ahora ya hay más relax para posar en las fotos...

 

Última bajadita por el glaciar y ya pasamos la parte chunga! Yujuuuuuuuuu!!!!


Ahora toca bajar una zona arenosa y seguir disfrutando de las vistas.

 

Ya estamos de nuevo en la zona del telesilla, aunque ahora toca bajarlo a pie. Venga, que ya queda poco!
Son las 16.30, y llegamos a los pies de la estación de esquí, donde la furgo nos llevará de nuevo a Pucón.

 

Ahora toca descansar un poco mientras Mariona prepara una estupenda cena, para después…

 
 
…ir a las termas y tomar un baño bien calentito bajo el cielo estrellado de Los Pozones. ¡Día completo! ¡Experiencia magnífica!