Mucho nos habían hablado del Parque Tayrona, pero poco
imaginábamos que nos fuera a impresionar tanto la increíble combinación de diferentes
tipos de bosques, selva tropical y playas de arena blanca frente a un mar
cristalino. El Tayrona es un parque natural simplemente espectacular, situado
en la zona en la que la Sierra Nevada de Santa Marta llega hasta el mar. El
viajero que llegue a Colombia no se lo debe perder bajo ningún concepto.
Desde Santa Marta tomamos una buseta que en 30 minutos nos
dejó en una de las puertas del parque, El Zaino. Allí empieza un camino de hora
y media entre un espeso bosque que lleva hasta la playa de Arrecifes, donde
decidimos detenernos porque comenzó a caer el diluvio universal. En Arrecifes
hay al menos cuatro campings, y nosotros nos decidimos por unas hamacas en uno
llamado Paraíso. Cuando fuimos había bastante gente, pues era domingo, aunque
normalmente la gente prefiere quedarse en otras playas con menos oleaje. Los
carteles advierten de que son ya más de 200 las personas que han muerto por
nadar en esa playa, así que ni se nos ocurrió intentarlo. Así, se hizo de noche
y nos quedamos cenando y tomado cervezas con una simpática y agradable pareja
francesa, Gaelle y Simon, hasta que llegó la hora de mecerse hasta el día
siguiente.
Por la mañana nos levantamos a las seis y nos fuimos a
pasear por la zona. Desde Arrecifes, siguiendo la costa hacia la derecha,
recorrimos varias playas más hacia Cañaveral, para volver luego por un sendero
interno. Allí empezamos a flipar. El suelo, bastante arenoso, estaba lleno de
agujeros hechos por unos enormes cangrejos de cuerpo azul y patas amarillas que
se iban escondiendo a nuestra llegada. Si te sentabas un rato y estabas en
silencio, empezaban a salir poco a poco de sus escondites, aunque no del todo,
pues cuando te veían se quedaban paralizados con medio cuerpo dentro y medio
fuera. Por si el espectáculo fuera poco, tuvimos la inmensa suerte de ver
también a unos monitos titi, pequeños y con pelo blanco alrededor de la cara,
saltando de rama en rama sobre nuestras cabezas. Llegamos de nuevo a Arrecifes
maravillados, y de allí, después de recoger las mochilas, seguimos andando por
la costa hacia la izquierda hasta el punto más famoso del parque, Cabo San
Juan.
El camino, pasando por una pequeña playa de arena blanca y
aguas cristalinas donde por fin nos pudimos bañar, La Piscina, fue precioso,
pero Cabo San Juan, con sus grandes rocas redondas en el mar y sus dos
preciosas playas rodeadas de selva y palmeras, es sencillamente espectacular,
una de las playas más bonitas que hayamos visto en la vida. Para disfrutar de
las mejores vistas se pueden alquilar unas hamacas que están en lo alto del
mirador, sobre una montañita de rocas, pero son pocas así que suponemos que habrá
que hacerlo a primera hora. Son muchos los que quieren conocer y disfrutar de
este lugar, así que el único camping que hay allí está lleno, el ambiente es de
festival de música. Eso sí, para disfrutar de una tranquilidad total sólo hay
que caminar cinco minutos por un sendero que empieza al final de la playa de la
izquierda y así se llega a dos playas nudistas (atención, primeras playas
nudistas que vemos en Sudamérica) que están desiertas, aunque el oleaje era más
fuerte.
Por la noche nos volvimos a encontrar con nuestros amigos
franceses y también con dos simpáticos israelís que habíamos conocido en
Salento, Rom y Gad, con quienes compartimos charlas y un interesante
intercambio cultural.
Poco imaginábamos la caminata impresionante que nos
esperaba, cuando por la mañana emprendimos la marcha hacia Pueblito, en el
interior del parque. Selva tropical en estado puro por un duro camino en
subida, de piedras y enormes rocas con unas vistas realmente alucinantes. Desde
luego que éste no es un camino para hacer con mochilas pesadas, pues hay que
subir y subir y la verdad es que se sudan todas las toxinas posibles, pero vale
tanto la pena que hay que intentarlo. Como dijo un español que encontramos,
parecía que estuviéramos en la isla de Perdidos. Además vimos unos lagartos de
colores chillones impresionantes y oímos a los monos aulladores, que más que
aullar, rugen. Antes de saber que eran monos, el rugido reiterado de lo que
creíamos una bestia feroz nos asustó tanto que nos cargamos de palos para
defendernos.
Pueblito hoy es un conjunto de ruinas y terrazas de un
antiguo pueblo de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. El pueblo está
deshabitado y sirve como lugar religioso, pero en otras áreas del parque y de
la sierra siguen viviendo comunidades indígenas. Los que vimos en Tayrona, los
kogui, visten con una especie de túnica blanca y viven en chozas redondas
hechas de madera. Practican la agricultura de subsistencia y crían pollos y
gallinas para subsistir, pues viven en completa armonía con la naturaleza. De
hecho, según su cosmogonía, todo daño hecho a la naturaleza se vuelve contra
uno mismo. De qué paisajes se podría disfrutar en el mundo si toda
la humanidad tuviera esta creencia. En fin…
Contentos como íbamos, después de ver lo que queda de las
terrazas de Pueblito, no se nos ocurrió mejor idea que ir hasta Playa Brava, un
lugar mucho menos visitado. La caminata hasta allí, de hora y media, nos dejó bastante
cansados y extremadamente sudados, pero estuvo amenizada por el revuelo de
decenas de langostas, que al abrir las alas parecían auténticas avionetas de
alas rojas, y por la visión de varias arañas enormes e innumerables ciempiés
gigantes. Por fin llegamos hasta el objetivo, donde los pocos elegidos que van
hasta allí pueden quedarse en un camping muy destartalado de gente muy amable
delante de esta larga playa de enormes olas. Después de comer tuvimos que
recuperar fuerzas haciendo la siesta en las hamacas, pero por la tarde todavía
nos animamos a andar hasta una cascada cercana donde nos pegamos el último baño
refrescante del Tayrona. Casi se nos hace de noche, pero la excursión valió la
pena, tanto por el baño como por los monos y aves que vimos por el camino.
Amanecimos pronto al día siguiente para emprender el
camino hacia la salida del parque, pues aunque nos habían asegurado que eran
dos horas y media de caminata, hemos aprendido que al tiempo que te dicen hay
que añadirle un tercio más como mínimo. Se nos hizo muy duro subir, durante
casi dos horas, por el calor y cansancio
acumulados, una loma que no se acababa nunca, hasta el camino principal de
Pueblito a la salida, desde donde caminamos una hora y media más hasta salir
del parque por Calabazo.
En estos días en el Tayrona sudamos como nunca y acabamos
agotados, pero también muy felices de haber pasado unos días en un parque
natural variadísimo, donde es posible ver gran diversidad de animales viviendo
en libertad y al mismo tiempo disfrutar de exóticas playas.
Una buseta tuneada nos lleva al Tayrona
Allí nos recibe el diluvio universal
El mar de Arrecifes embiste las rocas
totalmente redondeadas de tanta ola
Vista de la Playa de Arrecifes
en el sendero interior de Cañaveral a Arrecifes
uno de los monitos titi que salieron a saludarnos
y uno de los cangrejos que se escondían a nuestro paso
De Arrecifes a San Juan se suceden varias lagunas
donde habita una interesante fauna
llegamos a la primera playita apta para el baño ¡yuhuuu!
después de un bañito seguimos caminando, ahora entre palmeras
hasta reencontrarnos con nuestros amigos israelís Rom y Gad
Vista desde el mirador de Cabo San Juan a un lado
y al otro
El lugar es simplemente espectacular
pero antes de que anochezca caminamos hasta la playa de al lado, donde estamos solos
con amor desde el Tayrona, ¡qué bien se está!
Cabo San Juan amanece desierto
y los únicos habitantes son las palmeras
el sitio da para infinidad de fotos de postal
con esa selva que llega hasta el mar
pero nos vamos hacia Pueblito, en un camino lleno de "pequeñas" piedras
los colores de los lagartos son de lo más exóticos
y los supuestos ciempiés, gigantes
avanzamos a pesar del calor tremendo
la selva tropical es una maravilla
y el camino tiene momentos dignos de película de aventuras
Llegamos a las terrazas de Pueblito
Allí encontramos a nuestra lagartija preferida
por el camino a Playa Brava, hay cientos de arañas que más vale no topar
y también cientos de langostas voladoras que parecen sacadas de Avatar
Lavado de dientes en nuestro rústico camping de Playa Brava
bañito refrescante en la cascada
Mariona después de caerse de culo de la hamaca por haberse reído de Xavi, que instantes antes hacía la misma pirueta
Sale el sol en Playa Brava, pero toca irse
El camino es exuberante
y encontramos ranas venenosas, que segregan una sustancia que puede llegar a ser mortal
una niña kogui en la salida del parque
Guapos!!!
ResponderEliminarque xulo el blog!
i he vist que heu disfrutat de les recomanacions que us vam donar a Medellin! Quins raconets que té Colòmbia... i quina gent!!Genial haver creuat els nostres camins!!! acabeu d'aprofitar del viatget!!!
Hola Alba!
ResponderEliminarQuina il·lusió el teu missatge! Segur que el viatge va acabar de conya! Nosaltres ja estem a punt de creuar la frontera de Venezuela a Brasil. Per cert, si no coneixeu Venezuela apunteu-vos el país per fer una visiteta, a nosaltres ens està encantant.
Molts petons a les 2 i estem en contacte!