Desde los años en los que uno de los narcos más famosos
del mundo, Pablo Escobar, y el temible Cartel de Medellín hacían estragos, la capital de Antioquia ha experimentado un tremendo
lavado de cara, y seguramente también de fondo. Hoy Medellín es una metrópoli apacible
metida entre dos cordilleras de montañas en donde se suceden verdes plazas, limpios
parques, museos y bibliotecas, y lo que es más curioso en Sudamérica, la ciudad
cuenta con un metro elevado conectado
con unos funiculares que llevan hasta los barrios más montañosos y periféricos
de la ciudad a los que s accede con el mismo billete de metro.
No sabemos de dónde ha salido el dinero para tanta
infraestructura, pero lo cierto es que Medellín es agradable, está bien
conectada, tiene mucho que visitar (sobretodo con niños, pues hay numerosos
parques y actividades para hacer en familia) y a nosotros nos pareció, en
general, muy segura.
Pero lo más destacable, con diferencia, fue la gente que
encontramos allí, los llamados paisas. Muy orgullosos de su identidad y ciudad,
nos acogieron como sólo saben hacer aquí en Colombia, con un entusiasmo y una
familiaridad impresionantes.
Queriendo tomarnos una cervecita en un barrio que no
conocíamos, El Poblado, al bajar del metro nos encontramos con la famosa
cabalgata de la Fiesta de las Flores. ¡Un show! Miles de hombres y mujeres a
caballo, muchos de ellos con el ron o el aguardiente en la mano, desfilaban por
una calle y aprovechaban la ocasión para ligar entre ellos, tomarse fotos o
directamente hacer el burro. Los jinetes parecían sacados de una telenovela.
Ellos con la camisa apretada, ellas con unos pechos que parecían globos (aquí
las clínicas de estética trabajan a pleno rendimiento) y unas melenas negras
hasta la cintura. Todos, ellos y ellas, con el sombrero y bien erguidos sobre
el caballo.
Xavi y yo mirábamos embelesados el espectáculo cuando
oímos como una chica a nuestro lado comentaba la jugada con sus amigos, quienes
entendían bastante más de la fiesta que nosotros y comentaban los pasos de los
caballos. Les hicimos varias preguntas y pronto acabamos con cervezas y vasos
de chupito en la mano. La fiesta había empezado, y cuando acabó la cabalgata
nos fuimos con nuestros nuevos amigos paisas a hacer un botellón de los que
hacen historia en El Poblado. En la plaza principal estuvimos varias horas
charlando, riendo y traficando con culturas. Al encuentro también se unió un
grupo de bogotanos, y Xavi causó furor entre unos jovenzuelos paisas a los que
dio todo tipo de consejos. Fue muy divertido, y aunque al día siguiente notamos
un poco el exceso, ésta es sin duda la experiencia que recordaremos con más
cariño de las vividas en Medellín, otra ciudad que para nosotros es sinónimo de
amistad.
Pero no creáis que la resaca nos paró, pues el día
siguiente lo aprovechamos para ir hasta Santafé de Antioquia, un pueblo
colonial muy bien conservado y muy caluroso que hay cerca de Medellín. Allí,
además de comernos una bandeja paisa (con frijoles, tocino, chorizo, carne
desmechada, huevos y aguacate) que estaba para chuparse los dedos, visitamos
una tienda de anticuarios con un personaje curiosísimo y un hotel colonial tan
bonito que invitaba al retiro.
En total han sido sólo tres días, pero el paso por
Medellín y, sobretodo, el poder conocer mejor a los simpáticos y habladores
paisas, nos han dejado un sabor de boca buenísimo y, para variar, muchas ganas
de volver a este entrañable lugar.
No es un arma de destrucción masiva, es una cafetera
Botero nació en esta ciudad y copa plazas y museos
También hay muestras de arte contemporáneo
Llegamos a la parte administrativa
más moderna y cuidada
Junto a la sillería que ganó el primer premio de la Fiesta de las Flores (eso sí, ya bastante marchita)
Vistas de Medellín desde el Poblado Paisa, un "Poble Espanyol" en miniatura
En la estatua con el Cacique Nutibara
Un concierto de rock duro colombiano
Tomamos el metrocable y nos vamos para las alturas
Unas chicas nos hacen una entrevista sobre los Derechos Humanos en la Biblioteca España
En el Parque Arví, a una hora en metrocable
volvemos a Medellín, primero atravesando bosques
y luego observando las barriadas desde lo alto
Llegamos a la Cabalgata, donde todo es glamour paisa
El ron, el aguardiente y el ligoteo están muy presentes
y el exceso del alcohol hace hacer el burro a más de uno
Con nuestros nuevos amigos Milton; Stephanny, Flaca y Ricar nos vamos de botellón
donde tambén conocemos a un grupo de Bogotá
Xavi con los nengs...
Nada mejor para pasar la resaca que un buen desayuno
Un refrescante patio en la sofocante Sanafé de Antioquia
y por fin, la famosa Bandeja Paisa, una delicia
Santa Bárbara, con su curiosa fachada
todo el pueblo es colonial
así como los hoteles (eso sí, algunos se han modernizado con piscinas enormes)
Esta es la vista desde el Hotel Mariscal Robledo, que nos dejaron visitar
y cuando menos te lo esperas, escena paisa
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola Xavi y Mariona, soy una de las estudiantes que participo en la entrevista que hicimos en la Biblioteca.
ResponderEliminarMe encanta que hayan disfrutado tanto de esta bella ciudad, son bienvenidos siempre.
Me alegra haberme encontrado con personas con tan bella calidad humana, que les guste conecer culturas distintas y atrevese a cosas nuevas cada dia.
Un abrazo desde Medellin, Colombia
Estimada Laura,
EliminarNos ha alegrado muchísimo ver tu comentario en nuestro blog! Cómo os puntuaron el trabajo?
Tu comentario nos ha provocado un poco de nostalgia. La verdad es que tenemos un maravilloso recuerdo de Medellín, de Colombia y de todos los países que hemos visitado en América del Sur. En todas partes nos hemos encontrado con gente estupenda, y aunque todavía no sabemos traducir en palabras mucho de lo que hemos aprendido en este viaje, sabemos que la experiencia ha sido inigualable y muy enriquecedora para nosotros.
Si tienes la ocasión de viajar, no dudes en hacerlo! Y para cualquier cosa que necesites, aquí estamos...
Un abrazo fuerte desde Barcelona!