Salir de la tensa Bogotá para conocer algunos de los
pueblos de los alrededores fue un acierto total, por lo relajante de la
experiencia y por la belleza del paisaje que encontramos alrededor de la
capital colombiana.
En sólo una hora en bus nos desplazamos hasta Zipaquirá,
pueblo minero donde visitamos la Catedral de Sal, considerada una de las mayores
atracciones turísticas de Colombia. Esperábamos un sencillo y bonito templo
hecho de sal, y por eso nos quedamos muy sorprendidos con el enorme complejo
religioso subterráneo que han montado en lo que fue una próspera mina de sal.
Bajo la tierra, e iluminado con luces de neón, el visitante encuentra un largo
Vía Crucis, la gran sala de la catedral, capillas contiguas, un cine 3D,
numerosas tiendas de souvenirs y una
sala en la que hacen un show de luces que desde luego tiene más cabida en una
discoteca de Ibiza que en un templo. Ante tanto boato kitch nos quedamos un
poco noqueados, pero fue divertido asistir a las buenas y divertidas explicaciones
de nuestro guía e imaginar el éxito que tendría una atracción de este calibre
en España, aunque Xavi no lo veía nada claro.
Después de Zipaquirá nos dirigimos hacia el pueblo de Villa
de Leyva, por una carretera rodeada de verdes paisajes montañosos propios del
País Vasco, con un montón de vacas pastando a pocos metros de los coches. Si el
camino nos pareció precioso, Villa de Leyva nos enamoró por su belleza y
tranquilidad. El estilo colonial de sus casas, todas ellas blancas y con flores
de colores saliendo de jardines y patios, las calles peatonales adoquinadas, la
silueta de las montañas que rodean el pueblo o la enorme y la sencilla plaza
hacen del pueblo un lugar perfecto para pasar unos días y relajarse. No es de extrañar
que muchos bogotanos vengan aquí para desconectar de la gran ciudad, ni que
este pueblo haya sido el lugar elegido para la segunda residencia de muchos
políticos, intelectuales y artistas.
Además de subir al mirador para comprobar que ninguna
construcción le quitaba encanto al pueblo, y que éste estaba en completa armonía con la naturaleza, visitamos también los alrededores, donde las casas
y sus jardines seguían siendo de una belleza impresionante. Entre las más
curiosas está la Casa Terracota, una casa completamente hecha en adobe que
después de 12 años todavía está en construcción y que se puede visitar mientras
los obreros están trabajando. Muy gaudiniana y muy integrada en el paisaje,
como todas las obras de la zona.
También fuimos caminando hasta unos charcos de un azul muy
intenso debido a los minerales que contienen, pero para no dañar la composición
de los mismos no nos dejaron bañarnos. Y por último nos dirigimos a Ráquira, un
pueblo que nos recomendaron fervientemente por ser muy pintoresco y un buen
lugar para ver artesanías, pero éste nos decepcionó bastante. Es verdad que en
las cuatro calles céntricas las casas están pintadas de todos los colores, pero
el estilo es siempre el mismoh, lo que le da al pueblo un aire muy artificial.
Y es cierto que había artesanías, de hecho había decenas de tiendas tipo
almacén con las mismas baratijas hechas en serie, y encima feas. Un chasco,
vamos. Lo único que nos divirtió fue oír rasgar la guitarra y pegar aullidos a
un loco en la plaza del pueblo durante un rato, pero cuando vimos llegar el bus
que nos podía sacar de allí nos faltó tiempo para montarnos y volver a nuestro
paraíso particular, Villa de Leyva, donde todo es tan auténtico, tan bonito y
tan agradable que no hay motivo para moverse de allí.
La catedral de Zipaquirá, normal y corriente
y el pueblo, también con un centro colonial
a las 9 de la mañana ya están preparando la carne, en plena calle
Ésta es la especialidad de la región
Bajo todas estas montañas, hay sal y más sal
Entramos en el complejo religioso por una especie de túnel del tiempo
y pasamos por un largo Vía Crucis con decenas de paradas de este tipo
llegamos al coro de la la sala principal, enorme
y luego, ¿qué mejor que un show de luces en el techo? Ideal para la tortícolis...
El cine 3D no podía faltar
En Villa de Leyva visitamos la Casa Terracota
con sus terrazas llenas de rincones
e integrada en el paisaje
los lagos azules en los que nos hubiera gustado bañarnos
Ráquira y sus casas de colores
hay que reconocer que el riachuelo es bonito
y que en los alrededores apetece hacerse alguna foto
pero después de más de lo mismo, huimos hacia Villa de Leyva
donde nada desentona
y donde las flores brotan por encima de las blancas paredes de las casas
Un gringo se toma una cervecita en la plaza principal
mientras se encienden las primeras luces de la noche
Aquí una se levanta con un peinado tipo Lady Gaga (sí, para los que seguís el blog esta foto fue determinante para cortarme el pelo)
Aquí la plaza a primera hora de la mañana, desierta
uno de los bellos jardines
no nos cansaríamos de pasear por aquí
Y para que veáis, ¡aquí el desempleo cae! A ver cuando se repite la noticia por allí.
QUE BONITAS FOTOS. EN QUE HOTEL SE HOSPEDARON EN VILLA?
ResponderEliminarBuenos días, no sé si aun siguen el blog pero muchas gracias, es una maravilla y me ayuda mucho ! Pero tenía una preguntita: ¿ cómo fueron de Zipa hasta Villa de Leyva ? Muchísimas gracias !
ResponderEliminarBuenos días, que alegría oir que hay alguien que aún sigue el blog y que le sea de utilidad! La verdad es que nos ayuda a tener más vivo aún el recuerdo de tan maravilloso viaje. En este tema en concreto, sólo podemos decirte que no recordamos exactamente como lo hicimos, pero no fue muy fácil. Si no nos engaña la memoria, lo preguntamos una vez en Zipaquirá y tuvimos que tomar dos autobuses. El primero nos dejó en la carretera, donde tuvimos que hacer el cambio a otro bus que venía de otra parte. Por lo tanto, lo que podemos recomendarte es que lo preguntes allí y no salgas muy tarde de Zipa para que no se te haga de noche.
ResponderEliminarEsperamos que aunque la respuesta no sea muy precisa, te sea de ayuda.
A seguir disfrutando del viaje!
Un saludo!