14 de agosto de 2012

Cali, el calor colombiano en estado puro


En principio no teníamos la idea de pasar por Cali, pero conocer a Eduardo y Marcela en Puerto Nariño nos animó a viajar hasta la capital de la Salsa. El desvío de nuestra ruta inicial se vio recompensado con creces: gente alegre que nos acogió de maravilla, un barrio en el que nos sentimos como en casa y la cercanía de la Costa Pacífica, por la que también daríamos un paseo no exento de emociones.

El brusco cambio de temperatura del frío de Bogotá  al calor caleño no contribuyó demasiado a nuestras ansias de turismo feroz, así que los días en Cali los pasamos sobretodo alrededor de nuestro barrio, San Antonio, un pueblo dentro de la ciudad. Cuesta para arriba, cuesta para abajo, con paso tranquilo nos dedicamos a conocer sus cafés, a escuchar conciertos en directo y a dar vueltas por el cerro y el mercadillo de pulgas dominguero. Allí conocimos a una señora excepcional, Helda, quien nos enseñó su casa y luego nos invitó a unos champús (bebida a base de maíz, frutas y canela) preparados por una amiga suya en la plaza, donde se originó una tertulia de lo más divertida entre las señoras, un chico historiador, las vendedoras de los puestos cercanos y nosotros dos.

Con Eduardo y Marcela probamos uno de los platos estrella de la gastronomía caleña: la fritanga, compuesta por chicharrones, chorizo, pulmón y el famoso chunchullo o tripa, y por tanto no apta para maniáticos. Para beber, no podía faltar el delicioso y refrescante jugo de lulo, una fruta que sólo hemos probado aquí en Colombia. Después de la cena nos llevaron a conocer Cali en coche, lo que les agradecemos pues vimos un montón de sitios que de otro modo no hubiésemos tenido tiempo de visitar, como el famoso Gato de Tejada o la Villa Olímpica, donde se celebraron los Juegos Panamericanos en el 71.

Otra persona más que destacable en nuestra visita a Cali ha sido Paola, la propietaria del hostal La Casa-Café, quien nos acogió como si fuéramos amigos suyos y con quien hemos compartido muchas charlas, un copioso desayuno cortesía de la casa  e incluso una salida nocturna. En seguida nos propuso que fuésemos con ella y sus amigos a bailar salsa al Tin Tin Deo, un conocido local de salsa donde el ambiente es muy bueno. Así lo hicimos y la verdad es que pasamos una noche divertidísima con un grupo de gente que nos acogió calurosamente para mostrarnos el ambiente de la salsa caleña. Entre chupito y chupito de ron nos iban sacando a bailar y así se nos fueron soltando las caderas mientras flipábamos con el baile de la gente: muy suave, muy sensual, nada de salsa de mil vueltas que parece de concurso olímpico.

Así que con todo lo vivido entendemos por qué hay mucha gente que llega a Cali por un par de días y se acaba pasando aquí semanas: buena gente amistosa y generosa, calorcito, buena música… Para nosotros Cali ya es sinónimo de hospitalidad y amistad, y la recomendaremos a quien se nos cruce por el camino.



Cali, entre tradición y modernidad



El parque Bolívar, con cientos de palmeras



La iglesia, a rebosar entre semana a mediodía



Una calle con miles de números de lotería



Al rico juguito de guayaba



En el centro cultural Lugar a Dudas, repasando el Atlas de Perú de Fernando Bryce y la obra Dibujando América de los amigos Raimond Chaves y Gilda Mantilla



Con Eduardo y Marcela probando la famosa fritanga, un monumento al colesterol



El Gato del Tejada, uno de los símbolos de Cali



En San Antonio, como pez en el agua



con Helda y nuestros nuevos amigos, disfrutando de un champús en la plaza



Esas melenas hay que cortarlas ¡pero ya!



desde Cali con amor



Las vistas desde la Loma de la Cruz



 La tiendita tradicional para comprar cervecitas



y beberlas luego al fresco en la calle



Aquí, probando un Macondo, con café, maracuyá y tantas cosas más que la bebida era espesa a más no poder



concierto de jazz tropical con una percusión alucinante



En el Tin Tin Deo con nuestros amigos caleños



Con Paola y las chicas, la marcha sigue a la puerta del local



Amanece un nuevo día en la Casa-Café



y un desayuno fantástico para recobrar fuerzas después de la fiesta ¡Gracias Paola!



1 comentario:

  1. Que delicia mi ciudad y que delicia saber que les gustó, les quedo faltando el río Pance con su pueblito, visitar el 18 y tomar agua de panela con queso, en fin, los invito a dar otro paseito mas largo.

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