Entre Sao Paulo e Iguazú hemos visitado Curitiba, una ciudad con toques centroeuropeos algo decadente, donde hay muchos parques y mucho heavy-metal, y cuyo principal atractivo turístico es un trenecito viejo que realiza un camino que parece imposible a través de la Serra Verde, por encima de puentes estrechísimos entre grandes desfiladeros cubiertos de selva atlántica. Además de ser una gran obra de ingeniería, el viaje de turisteo dura más de tres horas hasta Morretes y vale la pena sólo si se pasa por allí.
El viaje no fue del todo apacible, pues estuvimos todo el recorrido criticando y cagándonos en una mujer ansiosa que se sentaba delante nuestro, que no paró ni un segundo de hacer fotos con el móvil sacando medio cuerpo de la ventanilla, y que no nos dejó hacer ninguna foto decente, porque en todas salían ella y su móvil.
Cuando llegamos a Morretes, fin de trayecto, nos fuimos a comer una Barroada, un plato local famoso, seguramente por su surrealismo: carne cocida durante horas que se mezcla con harina de mandioca y plátano, servida junto con ensaladilla, buñuelos de bacalao, filete de pescado rebozado a la milanesa, y gambas rebozadas. Muy ligerito! Mientras nos poníamos las botas y caía un aguacero de copón, desde el ventanal vimos cómo la ansias del móvil recorría la calle para arriba y para abajo, como vaca sin cencerro: “¡Esta mujer está como una chota!”
Al salir del restaurante nos cruzamos con la loca y sus dos amigas, que al parecer nos reconocieron porque vinieron directas a nosotros. Mierda! Estuvimos a punto de huir, pero empezaron a llamarnos y no pudimos reaccionar. Imaginaos con qué cara nos quedamos cuando una de ellas sacó la cámara de fotos de Mariona del bolso. ¡Nos habían buscado por todo el pueblo y apenas habían comido para podérnosla devolver! Para flipar, y para apender…
El trayecto del Serra Verde Express
La mujer ansiosa y su móvil
Morretes
La Barroada, para que veáis que no exageramos...
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