Al día siguiente
hicimos una excursión hasta otra Garganta del Diablo, una caminata por un
angosto desfiladero en la que nos paramos a hablar largo rato con todo el que
pasaba (por lo visto, ya tenemos incorporado el ritmo local y no vamos con
prisas).
Después de la
excursión volvimos al hostel para comer y trabajar un rato al aire libre,
disfrutando de un mix de flamenquillo que nos puso Rene, el dueño. Con el buen
rollo le dijimos a un francés solitario que se sentara con nosotros. ¡Craso
error! Nos preguntó que por qué estábamos en Tilcara si no había nada que
hacer, nos echó por tierra Salta y Purmamarca. Tampoco Rio de Janeiro le había
gustado… Al cabo de un rato confesó que era daltónico y quizás eso distorsione
mucho su percepción, pero lo encontramos un imbécil y dejamos de darle coba
hasta que se fue.
Al atardecer visitamos
las ruinas del Pucará de Tilcara. Allí nos volvimos a encontrar con Micaela, Nicolás
y Norberto, tres chicos de Buenos Aires con los que habíamos hablado durante la
excursión de la mañana. Esa misma noche nos invitaron a un asado de carne y
verduras en su hostel, donde además de comer de fábula seguimos conociéndonos y
riéndonos. En un solo día hicimos mucha amistad, algo que quizá sólo en países
latinos como Argentina sea posible.
De Tilcara nos
dirigimos a un pueblo muy aislado, Iruya, al que dedicaremos un post aparte. A
la vuelta, pasamos una hora en Humahuaca, donde dimos un corto paseo por el
centro para ver el bonito cabildo y el monumento a la Independencia. Después de
la anarquía de Iruya, nos volvió a sorprender el trazado en cuadrícula y el
orden urbanístico.
Ya por la noche
llegamos a Purmamarca, donde cenamos conversando con la divertida Beba, una
maestra ya jubilada que lleva el hostel Mama Coca y que fuma como un carretero
(una gran mujer), y nos metimos en la cama muertos del viaje en bus, donde
habíamos tragado polvo a carretadas porque las ventanas del micro no cerraban
bien y la ruta era mayoritariamente sin asfaltar.
A la mañana
siguiente pudimos ver el “locus” en el que está situado Purmamarca, un pueblito
pequeño rodeado de cerros de colores. Una maravilla de enclave en el que se
disfruta de vistas increíbles con sólo salir a la calle. La caminata de Los
Colorados, alrededor del Cerro de los 7 colores, es cortita pero maravillosa, y
desde un mirador también se obtienen vistas increíbles sobre el pueblo y los
cerros vecinos. La noche la pasamos con Delfina y Maxi, de Mar del Plata, y
Guillem, con quienes intentamos hacer una ruta gastronómica pero acabamos
cenando dos veces en La Regina, famosa por sus ricas empanadas de pollo.
Tilcara: caminata a la Garganta del Diablo
En la Peña de Carlitos
Con Micaela, Nico y Norberto en Pucará de Tilcara
Purmamarca
Última cena argentina con Guillem, Maxi y Delfina
De camino a Chile ¡Adiós Argentina querida!
Hola Mariona! Qué tal? Somos Andrea, Chiara y Rossella, los estudiantes italianos que estan en el tu piso. Tu madre ha dichonos de tu viajo e de tu blog. Quieremos saludarte! Aqui va todo bien! Esamos viviendo un sueno! Que te vaya bien!!!
ResponderEliminarHola chicos!
EliminarQué agradable sorpresa! Estamos muy contentos de que lo estéis pasando bien en Barcelona! Disfrutad a tope del piso y de la ciudad el tiempo que os queda!
Un cariñoso abrazo de parte de los dos!
Xavi y Mariona