Neruda coleccionaba soportes de piano, mascarones de proa,
botellas, caracolas, mariposas, pipas, y todo tipo de objetos bonitos y
curiosos. Él mismo reconocía que para ser un buen coleccionista y que los objetos
maravillosos “llegaran a uno”, se tenía que difundir a los cuatro vientos que
uno colecciona tal o cual cosa. También recomendaba que, para regatear bien, había
que hacerlo como si se tuviera sueño y se estuviera muy cansado.
Nos imaginábamos a Neruda como a una persona más sencilla,
más austera, y nada más lejos de la realidad. Colocaba cuadros enfrentados para
que sus personajes se miraran, y jugaba con estatuas y muebles para crear
escenas. Todas sus casas tenían un bar en el que invitaba a sus amigos para
servir, disfrazado detrás de una barra, whiskies o cócteles propios como el
Gran Coquetelón (para quien lo quiera imitar, se compone de champagne, coñac,
Cointreau y zumo de naranja). El agua la bebía en gruesas copas de color verde
o rojo porque, según él, en ellas ésta sabía mejor.
Además de escribir cada día y atender a sus amigos, Neruda
pasaba largos ratos observando el mar o la ciudad de Valparaíso desde los
grandes ventanales de sus casas, con un catalejo o unos prismáticos, como el
marinero de tierra firme que era. Así, decía que podía ver cosas
extraordinarias como a una mujer desnuda que salía todos los días a la terraza
para tomar baños de sol (sus amigos nunca la vieron) o cómo las olas llevaban
hasta la costa una tabla de madera que se convirtió después en su escritorio
preferido.
Pero qué mejor, para recordar al gran Pablo Neruda,
que acabar con un fragmento de su “Oda al Mar”, un poema que sin duda escribió en
Isla Negra, y que transmite magistralmente el espectáculo que es observar el
océano desde este lugar en el mundo.
ODA AL MAR
Aquí en la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que sí, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que sí, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.
La Sebastiana, donde Pablo y Matilde habitaron los tres últmos pisos...
... con hermosísimas vistas sobre Valparaíso
La casa de Isla Negra
y el bar para los amigos, lo único que pudimos fotografiar desde fuera, ya que del interior no dejan tomar fotos
El bote y la campana delante de la casa
Y el mar, tanto mar
Y las olas, que sicen que sí, que no
en espuma, en galope
que se salen de sí mismas, a cada rato
me llamo mar, repite, pegando en una piedra sin lograr convencerla
y se golpea el pecho repitiendo su nombre
preciós...
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