Dicen que la Cordillera Blanca es el segundo lugar mejor
del mundo para practicar montañismo después del Himalaya. A juzgar por el tipo
distinto de turista que hay por aquí (checos, guatemaltecos, y gente de otras
nacionalidades curiosas a los que les une la pasión por las cumbres), bien
podría ser.
Las cimas que superan los 6.000 metros se suceden una tras
otra y la cantidad de excursiones por hacer es tan abrumadora como el contenido
de las mochilas de alguno de nuestros compañeros de hostal. Aquí la cosa no va
de montañismo, sino de alpinismo o, mejor dicho, de andinismo. Si no tienes una
pala colgando de la mochila ya se ve que eres de los flojos.
Una vez descartada la famosa excursión de Santa Cruz,
cuatro días pasando por paisajes sublimes entre nevados, por falta de tiempo
(sí, aunque parezca increíble, nos empieza a faltar el tiempo teniendo en
cuenta lo que todavía queremos recorrer hasta septiembre), decidimos emular a
Alice y German, que estuvieron en Perú hace un par de años, y hacer el trekking
de la Laguna 69. Pero antes, desde Huaraz, nos fuimos a ver las ruinas de Chavín
de Huántar, donde se encuentra la deidad más antigua de América Latina que se
conserva en su lugar original. La cultura Chavín construyó, entre el 500 a.C y
el 200 d.C, un templo de pasillos bajo tierra en torno a una misteriosa piedra
que representaba a su Dios, el Lanzón
Monolítico. El templo está bastante tocado, pues los conquistadores
españoles lo destruyeron en su lucha contra las idolatrías autóctonas, pero por
suerte no encontraron a la divinidad, y ahí sigue, iluminada bajo tierra y con
una fuerza tremenda.
Para hacer la caminata a la Laguna 69 dormimos en la
localidad más cercana, Yungay, un pueblo cuya historia pone los pelos de punta.
El 31 de mayo de 1970, un domingo en el que la mayor parte de la población
estaba viendo el debut de Perú en el Mundial de Fútbol de México y muchos niños
acudían al estreno de un circo que había llegado a la ciudad, se produjo el
terremoto más fuerte de la historia de Perú, que se cebó en la zona y destruyó
gran parte del pueblo. Pero la tragedia no acabó ahí, pues minutos después del
temblor se rompió la parte norte del cercano cerro Huascarán, y una
avalancha de piedra, nieve, tierra y lodo sepultó el pueblo. Murieron más de
22.000 personas y se salvaron en total unas 200, entre los que se refugiaron en
el cementerio del pueblo (donde también quedó intacta la estatua de un Cristo
redentor que se parece al de Río de Janeiro), los que se encontraban fuera de la localidad y unos 20 niños que escaparon del circo.
Hoy, Yungay está habitado mayormente por personas que han decidido irse
a vivir allí después de la tragedia. Eso sí, el pueblo nuevo está algo
desplazado del antiguo, y nada se ha construido en la zona sepultada.
Volviendo a la excursión, para llegar a la Laguna 69 hay que pasar los grandes y
cristalinos lagos de Llanganuco y la majestuosa y destructiva montaña bicéfala
Huascarán. Se empieza a caminar en un valle cubierto de pasto donde abundan las
vacas y los caballos, siguiendo el curso de un arroyo, para ir subiendo por laderas
de montañas cubiertas de flores amarillas y azules. Sobre estas paredes,
altísimos picos nevados se van descubriendo entre las nubes. Y es que aunque el
día que pillamos no fue el mejor en cuanto a cielo despejado, cuando se podía
ver la nieve de los picos rodeada de azul, la belleza era extrema.
Eso sí, la subida no fue un camino de rosas, pues la
altura, a más de 4.000 metros, se notaba pero bien: piernas pesadas, corazón
desbocado, falta de aire… Aun así, llegamos bien hasta la primera laguna del
camino, de color verde, y continuamos como jabatos hasta subir a la Laguna 69,
de un azul precioso y rodeada de nevados altísimos. La bajada, comparado con la
subida, fue una fiesta para los sentidos.
Para salir de Yungay decidimos tomar el bus que pasa por
el Cañón del Pato. Hicimos bien, pues el paso es realmente impresionante. Este
cañón nos pareció mucho más dramático y extremo que el del Colca, seguramente
porque las paredes son más verticales y porque es bastante más estrecho. El
viaje también estuvo cargado de momentos, como cuando tuvimos que parar para
ver si una excavadora con enormes palas podía pasar por la estrecha carretera o
se precipitaba al río, y de sorpresas, como cuando vimos las entradas a las
minas o los pequeños poblados de chabolas donde viven los mineros y sus
familias, en medio del cañón, rodeados de piedra y aislados del mundo. Es
realmente increíble que hoy en día siga habiendo gente sacrificándose así por
un sueldo de subsistencia, o de miseria, según se mire.
Algunas montañas de la cordillera en todo su esplendor
Hasta aquí han llegado los toros
Llegamos a Chavín de Huántar, con una gran plaza ante lo que queda del templo
Y dentro, bien escondida, la famosa divinidad
rodeada de multitud de túneles
Las gárgolas vigilan el templo
y las rocas talladas nos hablan de la vida hace casi 3.000 años
Huaraz está rodeada de espectaculares picos
y la gente es de lo más auténtica
Estas son las mochilas de nuestros compañeros de hostal en Yungay, ¡que no falte la pala!
Y aquí, el Huascarán tapado por las nubes
Empezamos la caminata hacia la Laguna 69
donde los burros nos acompañan entre miles de flores
Éste, con cara triste, nos lo hubiéramos llevado a casa pero no cabe en la maleta
Un poco más arriba crecen dorados matojos de hierba, dignos de un cuadro del tío de Xavi
Parece que nos vamos acercando, pero todavía queda
Empezamos a acercarnos a los nevados
Y por fin llegamos a la laguna, rodeada de nieve
y con un azul intensísimo
toca hacerse la autofoto
y comernos el plátano que nos ayudará a bajar
de las maravillosas cumbres nevadas
A la vuelta, dejamos atrás las cimas
y volvemos a pasar entre las flores
Se vuelven a descubrir las dos cabezas del Huascarán
y en la pradera nos esperan vacas, toros, caballos y burros
Decidimos acercarnos caminando a las cercanas lagunas de Llanganuco
donde la vista también es preciosa
A la mañana siguiente nos despedimos de Yungay y sus montañas
para pasar por el Cañón del Pato
estrecho y con más de 50 túneles
Vemos también a mineros que viven aislados en medio de la roca
Y paramos a comer en un sitio algo menos inhóspito
pero también aislado y polvoriento
y asistimos perplejos al paso de una gran excavadora que a punto estuvo de caerse al río
Huuuuuuuuyyyyy...
ResponderEliminarEsto, en mi pueblo, es PELEA!!
A ver, "pim-pines", ...
Alice&cía estuvieron en Perú hace MENOS de un año... y no hicieron un trek de un día a la laguna 69, sino uno de DOS DÍAS en los que el primero subieron desde llanganuco hasta el refugio Pisco, hicieron noche en el refugio, y al día siguiente caminata hasta la laguna 69 y regreso.
Mira!! ... Sigo leyendo vuestro blog, ... pero no se ni por qué!!! x-(
:P
Besos
Venga Germán, que no es para ponerse así!!!
ResponderEliminarReconocemos el error de decir que fue hace dos años cuando no hace ni uno, pero es que tenemos el contador del tiempo trastocado con el viaje y las verdad es que nos da la sensación de que hace muchísimo que estuvisteis en Perú y nosotros en Indonesia.
Sobre el trekking de la Laguna, pensábamos copiaros e ir primero al refugio Pisco y bajar desde allí a la laguna, lo que nos lo desaconsejaron porque el camino había quedado muy dañado debido al desprendimiento de rocas. Pero a lo que nos referíamos en el texto es que elegimos ir a la Laguna 69, como vosotros, y no a cualquiera de los otros tropecientos trekkings que puedes hacer por ahí.
Por cierto, todavía no sabemos porqué se llama así...
Bueno chiquillo, besos y abrazos y a disfrutar del Himalaya!!!
Pero qué estressssss!!! Podríais por favor volver un poquito para atrás para agarrarnos a vosotros y vuestro impulso??? Acabamos de repasar esta entrada porque pasado mañana saldremos para allá, pero la del Amazonas nos llena de impaciencia y es que aunque ahora mismo estemos a orillas del Pacífico en el l Larcomar, nos da perezón pensar en volver a subir picachus como esos. Pero ¿Y lo bonitos que son? Sois nuestros héroes!!! Allá vamos...
ResponderEliminarJajaja!!!!
ResponderEliminarSi es que el vuestro es un viaje de placer y el nuestro una contra-reloj, que como quien dice ya ha empezado la cuenta atrás y queda tanto por ver...
Bueno, para la Cordillera Blanca no os olvidéis de llevar la pala quitanieves... no, en serio, hablan muy bien de trekkings como el de Santa Cruz, pero se ve que es durillo. Y si queréis algo más light, el de la la Laguna 69 está muy bien (aunque se nota la altura).
Por cierto, hay un café con wifi en Huaraz que no está mal para desayunar o merendar, el California.
Bueno, un abrazo bogotano para los dos!