11 de julio de 2012

Desde Arequipa al Colca, el segundo cañón más profundo del mundo


De Cuzco nos fuimos para Arequipa, una ciudad colonial presidida por el volcán Misti que se distingue por su arquitectura de piedra blanca, “el sillar”, una piedra muy porosa y moldeable que da forma a cantidad de fachadas ornamentadas, tanto de iglesias y conventos como de casas señoriales.

La atracción más notable de Arequipa es el Convento de Santa Catalina, un pueblo amurallado dentro de la propia ciudad, donde las monjas, hijas de familias pudientes, vivían su vida de clausura. Antes de una reforma que impuso que todas las monjas debían dormir y trabajar juntas, algunas incluso tenían sus propias casas y sirvientas dentro del complejo. Las calles del Convento, pintadas de rojo, blanco o azul, tienen nombres de ciudades españolas: Córdoba, Sevilla, Toledo… En resumen, la entrada es muy cara pero vale la pena adentrarse en esta ciudad paralela, donde hoy sólo quedan unas 30 monjas, que por supuesto no vimos. Siguiendo con el tema religioso, también visitamos la biblioteca de los monjes dominicos en Recoleta, donde se encuentra un larguísimo pergamino hecho en México, que recoge toda la historia de la humanidad. Este mismo tesoro, del que por lo visto hay tres copias, también lo vimos expuesto en la Casa de la Moneda de Potosí. Rencontrarnos con esta fabulosa obra y poder husmear entre libros antiguos de incalculable valor fue muy gratificante.

Desde Arequipa nos fuimos hacia el Cañón del Colca, famoso porque dicen que es el segundo más profundo del mundo, después del Cotahuasi, al lado pero curiosamente menos conocido. En el viaje hacia allí, Xavi tuvo un pequeño accidente al saltar de un autobús en marcha. Sí, estábamos ya sentados en un bus cuando vino una pareja a reclamar su asiento. Resulta que habíamos subido en el de las 17h y no en el de las 17.15. Cuando nos levantamos del asiento el bus arrancó y empezamos a gritarle al conductor que parara, pero éste estaba en una cabina aislada y no nos oía. Xavi aprovechó que abrían un momento la puerta para dejar entrar a una chica y saltó del bus perdiendo el equilibrio y cayendo de bruces al suelo. Pero ni con el tortazo el bus paró, así que Xavi tuvo que salir corriendo detrás de él con las manos y las rodillas ensangrentadas hasta conseguir pararlo y que Mariona pudiera bajar. Cuando acabó el periplo vimos que toda la estación había asistido perpleja al heroico o patético acto.

La zona del Cañón del Colca alberga varios pueblos auténticos que viven de la agricultura. Como en casi toda la zona andina, las tierras se trabajan a mano y con ayuda de mulas, y los sembrados se sitúan sin problemas en las laderas de las montañas. Luego están los vestidos de colores de las indígenas y los sombreros de formas imposibles. Cada pueblo tiene su propio modelo, y todos ellos son homenajes a la imaginación.

En el Colca se encuentra también la Cruz del Cóndor, un punto de avistamiento de estas enormes aves, al que se recomienda llegar de madrugada para ver a los cóndores cuando éstos despiertan hambrientos y salen a buscar comida. Con más moral que el alcoyano, tomamos un bus a las 4.00 de la mañana desde Chivay (por cierto, en Chivay, si vay, ¡no comprey queso!, que no vale na) para llegar los primeros a la Cruz a las 5.30. Los cóndores, durmiendo tranquilamente, no salieron a recibirnos, y pasamos más frío que Carracuca hasta que empezó a salir el sol. A eso de las 7 salieron tres cóndores que sobrevolaron la zona y se volvieron a meter en sus nidos. Lo más increíble es que a las 8.30, cuando empezaron a llegar todos los tours organizados con cientos de turistas, los cóndores se compincharon para salir todos a la vez a volar, hacer cabriolas, acercarse a la gente, como si fueran animales amaestrados que buscasen los aplausos del público. Nos encantó el espectáculo, pero nos fastidió que el madrugón no se hubiese visto recompensado con un show privado para quitarnos el frío.

De allí nos fuimos hasta Cabanaconde para emprender la famosa caminata de dos días por el Cañón, pero al pedir información en un hostal nos recomendaron un tour alternativo al que hacen todas las agencias. Esta vez, e hicimos bien, fuimos solos aunque nos propusieron tours tirados de pecio, pues el cañón se puede recorrer tranquilamente sin necesidad de guías ni grupos en los que vas a toque de pito.

Empezando el tour alternativo Mariona se empezó a cagar en el amable chico que nos lo había explicado, pero luego comprendió que un Cañón significa bajar y subir a lo bestia. La primera bajada, de varias horas y bajo un sol de justicia, por un camino de piedritas pequeñas en las que resbalabas cada tres pasos, fue de agonía. Después de bajar los 1.300 metros sin caernos de culo, el camino se hizo más llevable, pero el agua empezó a escasear y durante un buen rato nos sentimos como dos náufragos perdidos en el desierto. Cuando vimos un poblado de tres habitantes perdido en medio de la nada y que una mujer vendía agua, nos sentimos las personas más afortunadas del mundo. Resulta que esa mujer, junto con su marido y su madre, viven allí de lo que cultivan para autoconsumo y de lo que ganan vendiendo bebidas a los cuatro excursionistas que pasan por allí cada día. Con ese dinero costean el estudio de sus hijos en Arequipa. ¡Para flipar! Según ellos, vivir allí no está mal porque “no hay mucho barullo”. Madre mía, también alucinamos cuando nos contaron que acababan de limpiar el camino por el que habíamos bajado, no queremos ni pensar cómo debía estar antes.

A 30 minutos de esta auténtica parada llegamos a Llahuar, la hospedería en la que dormiríamos esa noche. Además de estar en un lugar totalmente aislado, la recompensa al duro día fue genial: varias piscinas termales al lado de un río, en plena naturaleza.  Después de un fantástico bañito, cenamos y dormimos como reyes.
Al día siguiente empezamos con una buena subidita, amenizada con el monólogo de un hombre que iba a buscar cochinillas y que nos acompañó durante un buen tiempo para recordarnos que Satán ya estaba llegando al mundo, que la época de Dios se acababa y que incluso el Papa actual llevaba la marca 666 debajo del gorro. Por lo visto toda esta basura se la habían inculcado desde la iglesia “cristiana” (aquí llaman así a las iglesias evangélicas) a la que acudía desde que le habían ayudado a dejar la bebida. La chapa que nos metió fue surreal. A partir de ahí, ya solos y de bajada, la cosa fue mucho más llevadera y a mediodía ya nos plantificamos en El Jardín del Edén, pues así se llamaba el sitio donde pasamos la segunda noche en el Oasis de Sangalle. En este lugar, cubierto de vegetación y flores, pasamos la tarde junto a una gran piscina.

El tercer día venía el plato fuerte, la subida ininterrumpida del Cañón para volver a Cabanaconde. Nos levantamos de madrugada para hacerla sin sol, y aunque fue dura, la hicimos como unos campeones en dos horas y media, pasito a pasito, y con la sonrisa en la cara. Con un buen desayuno en el pueblo, nos despedimos del Cañón del Colca con la sensación de haberlo disfrutado a nuestro aire.


La bonita Plaza de Armas de Arequipa



El patio de un convento, reconvertido en centro comercial



detalle del relieve en las columnas de sillar



Para comer en el mercado, ¿qué mejor que un renacuajo-casi-rana seco?



¿Qué tipo de papas quieres?



Cuidadín con el Jhonatan...



En Arequipa hay más taxis que personas



El azul reluce en uno de los patios del Convento de Santa Catalina



Vista de la ciudad y los cerros desde el tejado del Convento



Y al otro lado, el Misti



Uno de los hermosos rincones dentro de Santa Catalina



El arte que Xavi debe estudiar...



Uno de los claustros de Recoleta



El Misti en todo su esplendor



La ensalada sexy del Zig-Zag, una delicia



y otra exquisitez mucho más barata, los jugos en el mercado



A primera hora, en la Cruz del Cóndor, con un frío que pela



Juntos la cosa pasa mejor...



hasta que llegan los cóndores y empieza el espectáculo



Vienen en manadas



y algunos se posan a pocos metros para dejarse hacer la foto



En el bus local se aprecia la ropa y el sombrero de Cabanaconde



Las mujeres cosechan el trigo manualmente



Toca bajar el Colca



y Xavi aprovecha cualquier ocasión para recordar que está herido después de haber saltado de un bus



La recompensa al duro día es un baño en unas piscinas termales junto al río



Al día siguiente toca subir y bajar por el otro lado del Cañón



hasta llegar al llamado Oasis de Sangalle



En el Jardín del Edén nos espera una cabaña de cañas



y una piscina en un entorno muy especial



De vuelta a Arequipa toca trabajar, eso sí, con un pastel de zanahoria y un jugo de maracuyá del Capriccio que están para chuparse los dedos... ¡Así cualquiera!

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