Para adentrarse en la Amazonía peruana y llegar hasta su
ciudad más importante, Iquitos, hay que tomar un avión o surcar el río durante
varios días. Nosotros optamos por tomar un barco de carga en Yurimaguas y la
verdad es que la experiencia ha resultado muy gratificante en todos los sentidos.
Para llegar a Yurimaguas desde Chachapoyas tuvimos que
hacer trasbordo en un pueblo de nombre de chiste, Pedro Ruiz. Desde allí ya
pillamos un bus nocturno que nos dejó directamente en Yurimaguas, la localidad
desde donde se toman los barcos de carga que van a Iquitos en tres días. El
paisaje había ido cambiando durante el viaje y ya estábamos en la selva y a
orillas del río Marañón, que luego se convierte en Amazonas. De Yurimaguas la
verdad es que no vimos apenas nada, pues bajamos del bus y con un mototaxi, descubierto y ruidoso, nos
fuimos directamente hacia el puerto.
El puerto donde nos esperaba el Gilmer IV, pues así se
llama el barco que nos tocó, era un terraplén con decenas de chicos y hombres
que estaban cargando la embarcación. En la parte delantera del primer piso
habían colocado miles de hueveras con sus respectivos huevos formando un enorme
cubo. Detrás, un gran cargamento de plátanos (150 manojos según su dueño) y a
los lados, decenas de sacos y bultos de ves a saber qué. Antes de salir, aún
entraron un autobús y un camión. Éramos
pocos y parió la abuela…
Al subir al barco miramos los minúsculos camarotes y
optamos por ir en el segundo piso colgados en unas hamacas. Surgió el primer
problema: no teníamos hamacas, pero allí estaban ya dos buscavidas que se
ofrecieron para ir a buscárnoslas. En dos minutos ya nos la habían vendido y
estaban ayudándonos a colgarla. Según la pizarra del barco, debíamos zarpar a
las 10 de la mañana, pero hasta las 12.30 no salimos de puerto. En el segundo
piso estábamos pocas personas, mayoritariamente extranjeros, mientras que el
primero estaba plagado de peruanos. Nos peguntamos a qué se debía esa división,
si igual nosotros habíamos pagado un precio superior por ser extranjeros e ir
arriba, pero nos dijeron que no, que podíamos ir abajo si queríamos y que si la
mayoría de locales decidía ir abajo era porque lo preferían. Como llevamos
ordenadores y la cosa arriba parecía más controlada, optamos por no cambiar de
sitio y viajar en el segundo piso.
Llevábamos sólo una hora de viaje cuando el barco se quedó
varado en las arenas bajo el río, y es que estamos en época seca y la
profundidad no es mucha. Por muchas maniobras que se intentaran no había manera
de ir hacia ningún lado. En ese momento pasó un barco de la misma compañía que
venía de Iquitos y nos intentó empujar, pero nanay de la China, no había
manera. Como europeos, debo decir que después de dos horas empezamos a inquietarnos
y a mostrar nuestra sorpresa. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Igual el capitán era un
negado? Pero a la vez nos dábamos cuenta de que los peruanos estaban tan
tranquilos y lo veían como algo normal. Incluso los pasajeros del otro barco,
seguro deseosos de llegar a destino después de tres días, asistían pasivamente
al espectáculo e incluso aprovechaban para comprarle trozos de pastel a una de
nuestras pasajeras, que se hizo de oro vendiendo tortas.
Al cabo de dos horas el barco de pasajeros se fue y nos
quedamos esperando a que viniera otro a remolcarnos. Cuando llegó el barco que
nos debía salvar, las esperanzas eran muchas, pero al cabo de tres horas
haciendo la misma maniobra ya vimos que aquello tenía difícil solución. Los
extranjeros seguíamos alucinados y empezamos a despotricar, aunque de manera
moderada gracias a la pasividad y paciencia de la mayoría peruana (si esto
llega a pasar en España, se lía una buena), hasta que se hizo de noche y
empezamos a relajarnos pues de nada servía ponerse así. Creemos que fue un
error en la archi-repetida maniobra lo que finalmente nos sacó de allí. Poco antes
de ir a dormir nos habíamos liberado, pero en vez de recuperar el tiempo
perdido, decidieron parar durante la noche y proseguir a la mañana.
Una vez entramos en el ritmo tropical, hemos de decir que
nos encantó pasar cuatro días meciendo en nuestras hamacas y mirando el río.
Aunque volvimos a quedarnos varados durante un par de horas, aunque la comida
era siempre la misma (arroz, plátano cocido y algo de pollo) para comer y
cenar, y a pesar de que hubo noches de viento y frío en las que las pasamos
canutas, aprovechamos para leer, trabajar, hablar con la gente y hasta hicimos
clases de yoga con una chica canadiense que se ofreció a darlas. Vimos delfines
rosados saltando por el río, asistimos a maravillosas puestas de sol y nos
duchamos en repentinos chaparrones tropicales.
Además, descubrimos la importancia del río para la vida en
esta parte de la selva, donde se suceden cientos de pueblos formados por unas
pocas cabañas cubiertas con techos de hojas.
Pequeños botes de madera se iban acercando continuamente a nuestro barco
para traer o llevarse mercancías o personas. Cuando parábamos en alguna
localidad más grande, el trajín de gente cargando y descargando, junto con los
locales vendiendo comida típica, acaparaba toda nuestra atención.
Mientras, en el piso de abajo, miraban la tele, escuchaban
música, jugaban con animales de compañía como loros o roedores gigantes, y
aprovechaban las paradas para comprar tortugas vivas y otras delicias para
comer.
Cuando llegamos a puerto, más de un día después de lo
esperado, la sensación no fue igual a la de los viajes en los que ansías llegar
a destino. Estábamos en Iquitos, sí, pero la vida en el barco había sido tan
placentera que por nosotros se hubiera podido alargar un poco más. Pero ya
estábamos allí, y cuando una horda de chicos empezó a saltar sobre el Gilmer
para descargarlo y “ayudar a los pasajeros”, nos pusimos las mochilas a la
espalda y salimos de nuestro letargo para volver a tocar con los pies en el
suelo. El viaje había sido una experiencia inolvidable.
Nuestra habitación con vistas
Cargan el barco en el "puerto" de Yurimaguas (las cajas de madera que veis están llenas de huevos)
Lo que deben pesar estos sacos...
Todavía han de entrar un bus y un camión, así que una excavadora se encarga de alisar el terreno para que pasen al Gilmer
Después de una hora de camino, nos quedamos varados, así que el barco en dirección contraria se para a ayudarnos
Mientras seguimos parados, el sol y la lluvia van y vienen
Empieza a caer la tarde y no hay quien se mueva
Llegan nuestros salvadores, que después de horas y miles de maniobras lograrán rescatarnos
Al día siguiente, salimos de nuestros caparazones para empezar un nuevo día
El tiempo se aprovecha de mil maneras
La tormenta de mediodía parece que es sagrada, pues la tuvimos cada día
Y después de la tormenta llega la calma
El segundo atardecer en el río
nuevamente espectacular
El tercer día amanece nublado
pero nos entretenemos viendo los pequeños poblados a orillas del río
La gente espera el barco como agua de mayo
Y en otros sitios ni paramos, son los botes los que van y vienen con carga y pasajeros
Esta es la vista desde nuestra habitación
La comida sigue siendo la misma, pero el trozo de pollo a veces es asqueroso
Otra muestra del tráfico que se llevan...
Y el ambientazo que reina abajo, con tele y todo
Esta es una gasolinera flotante
La tercera noche casi morimos congelados después de una tormenta con viento huracanado. Así amanecimos.
Y así quedó este pobre bote después de ser chafado e una de las maniobras de rescate
Llegamos a Iquitos y entramos haciendo cuña entre dos barcos donde mucha gente ya nos espera para saltar al Gilmer y ganarse un dinero descargando algo.
MARIONA!!
ResponderEliminarPOR DIOS!!!
Dale de comer al niño!
¿No ves que se nos está quedando FLACUCHO?
Claro que, ... la cara que pones tu también con ese bol de arroz con pollo... jaja!!
Un beso,
Tranquis, que aunque Xavi parezca algo desnutrido está hecho un jabato! Lo digo porque además del tuyo, Germán, ya hemos recibido varios mensajes sobre el mismo tema!
ResponderEliminarNos falta el jamón, el chorizo, el queso y el vino, y eso se nota... A la vuelta recuperaremos seguro...
Y sí, la cara de asco (aunque muy exagerada) es la que se te pone cuando en un ansiado trozo de pollo no hay ni una migaja de carne que rascar.
Besos y gracias por los comentarios!!!!
Hola, Mariona y Xavi! :) Somos otros dos aventureros! Veréis, nosotros queremos coger también un barco en Yurimaguas para llegar a Iquitos, y nos gustaría saber cuánto dura el trayecto más o menos. Muchísimas gracias de antemano! Y a pasarlo genial!
ResponderEliminarAntonio&África.
Hola Antonio y Africa!
ResponderEliminarLo normal es que el trayecto dure entre 3 y 4 días, aunque si el caudal del río es bajo podría llegar a alargarse hasta 6 (poco probable, pero que sepáis que alguna ocasión ha pasado). Nosotros tardamos 4 días, aunque si habéis leído el post habréis visto que pasamos casi un día entero embarrancados. Así que os podéis imaginar que esto tanto puede no pasar, y lo hacéis en 3 días, o se repite, y lo hacéis en más.
Si estáis de viaje largo os recomendamos claramente hacerlo. Es una excelente manera de bajar el ritmo del viaje y disfrutar de una fantástica experiencia. Ahora bien, si vuestro viaje es cortito, Perú tiene igual otras experiencias o sitios más impactantes para aprovechar en 4 días (eso si, a Iquitos hay que ir, ni que sea en avión!)
Bueno chic@s, ya nos diréis que decidis finalmente y si lo hacéis compartid vuestra experiencia con nosotros. La verdad es que se agradece un montón recordar ese maravilloso viaje! Esperamos que vosotros lo disfrutéis también!
Saludos,
Xavi y Mariona
Buenos días, Mariona y Xavi. Me llamo Coro y voy a hacer este verano este mismo viaje que vosotros describís aquí. Vuestra experiencia me ha gustado y me ha ayudado mucho a dicidirme. Me gustaría contactar con vosotros para preguntaros algunas dudas, pero lo que más me urge saber es qué tipo de medicación tomasteis vosotros como profilaxis contra la malaria. Si queréis poneros en contacto conmigo, mi correo personal es coronadacarrillo@yahoo.es. Un saludo y gracias de antemano.
ResponderEliminarLos viajes por río es aventurero, por lo tanto es fascinante. Me gustaría hacer ese viaje.
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