16 de julio de 2012

Por las ruinas preincaicas del norte de Perú: Huaca de la Luna, Chan Chan, Señor de Sipán y Kuélap


Desde la Cordillera Blanca decidimos proseguir hacia el norte para poder conocer una parte mucho menos visitada del Perú, pero no por ello menos interesante. Llegamos a Trujillo, la ciudad peruana a la que le dieron este nombre en honor a la ciudad natal de Pizarro, en Extremadura, y la verdad es que nos encantó desde el primer momento. La ciudad está llena de edificios de tipo colonial, pero como ha sufrido tantos terremotos, están todos restaurados y pintados de vivos colores, con lo que la sensación de pasear por el centro es muy agradable. La plaza de Armas, con su monumento a la Libertad hecho en Alemania y sus parterres de geranios, también es diferente a las que habíamos visto hasta ahora.

Al lado de Trujillo hay varias ruinas de primera categoría. Nosotros visitamos la Huaca de la Luna, un templo religioso de ladrillos de adobe que con cada cambio generacional se cubría completamente con otro templo que sepultaba el anterior. De momento han descubierto ya cinco niveles o templos, y las excavaciones siguen en marcha, pues en cada uno de los niveles hay sacerdotes enterrados junto con todo su ajuar funerario, guerreros que se sacrificaban voluntariamente después de hacer luchas cuerpo a cuerpo, y muros polícromos con cantidad de dibujos que están ayudando a descifrar la cultura de los mochicas.

Los mochicas o moches vivían en un gran pueblo de adobe entre las huacas del Sol y de la Luna, enormes templos que reciben estos nombres porque a los conquistadores les recordaron las pirámides del Sol y la Luna de Teotihuacán, en México. Nada tienen que ver estas dos construcciones con el culto a los astros. Es más, se cree que la Huaca del Sol fue un centro administrativo, pero allí las excavaciones no han comenzado por falta de presupuesto. Mientras ves a decenas de hombres trabajando en el transporte de arena bajo el sol, resulta muy fuerte escuchar del guía que si a partir de 2016 no se encuentra financiación para seguir excavando en la Huaca de la Luna, quizá decidan volver a cubrir el templo de tierra y así garantizar su conservación.

Cerca de Trujillo, pero hacia el mar, están las ruinas de Chan Chan, posteriores a las de los mochicas. Chan Chan fue una extensísima ciudad de adobe con decenas de palacios en su interior. Visitamos uno de los palacios, que es lo que se ha podido excavar y restaurar parcialmente, y la impresión de entrar en un laberinto de adobe, con los muros en relieve y un seguido de patios enormes que se suceden hasta llegar a un estanque de agua en medio del desierto, es algo mágico. Estos estanques son una demostración de cómo estas culturas consiguieron elevar el nivel subterráneo del agua trabajando intensivamente en los cultivos en las sierras cercanas. Lo más curioso es que una vez se moría el señor del palacio, éste se enterraba junto a la gente más importante para él (mujer, concubinas, guerreros, sacerdote, etc.) y el hijo o heredero debía abandonar el palacio para iniciar su casa en un nuevo lugar.

Desde Trujillo, donde por cierto conocimos a un brasileño y a una pareja de extremeños muy majos con los que, además de la excursión a las ruinas, compartimos una cena y unos pisco-sours, nos fuimos para el norte, a Chiclayo. Allí nos esperaba uno de los museos mejor montados que hemos visto nunca: el del Señor de Sipán. Por la zona encontraron las tumbas de al menos dos gobernantes mochicas, que fueron enterrados junto con valiosísimas piezas de oro, plata, cobre y conchas marinas. Una auténtica maravilla ver estas obras de arte realizadas por orfebres y artesanos de la época. Y el museo está tan bien montado que recorrerlo es un auténtico placer. Lamentablemente no permiten tirar fotos y no os podemos mostrar las maravillas que vimos.

Y ya, para acabar el tour de ruinas preincaicas, nos dirigimos hasta Chachapoyas, a una noche en bus de Chiclayo. Aquí dicen que se encuentra la tercera catarata más larga del mundo, pero nosotros nos centramos en las ruinas de Kuélap, de la cultura Chachapoyas. Esa gente construyó en lo alto de un cerro una ciudad inexpugnable de casas redondas de piedra, para lo que se cree que utilizaron más material que en la pirámide de Keops, pues para nivelar el suelo construyeron una base de unos 15 metros totalmente rellena de piedras. El lugar elegido y las vistas son espectaculares. Lo triste es que aunque realmente la ciudad era inexpugnable, ya que estaba elevada y sólo tenía tres angostas entradas, los incas la cercaron y los chachapoyas tuvieron que rendirse cuando se quedaron sin alimentos. Con los españoles no hubo luchas, pues los chachapoyas pensaron que les habían venido a ayudar contra los incas y se aliaron a ellos. Pero aun así, la crueldad de los conquistadores volvió a manifestarse cuando el virrey del Perú Francisco de Toledo decidió quemarla en 1573 porque la gran mayoría de chachapoyas no se convertía al cristianismo. Aunque el interior está bastante deteriorado, los miles de árboles y bromelias que han crecido con el paso de los años embellecen el conjunto.

Y ahora, de Chachapoyas a Tarapoto, de Tarapoto a Yurimaguas y de allí, en barco, a Iquitos. ¡La selva amazónica nos espera!



La Plaza de Armas de Trujillo



y unas de sus pintorescas esquinas coloniales



La amarilla Catedral reconstruida infinidad de veces



El supuesto altar de los sacrificios de la Huaca de la Luna



y las paredes polícromas que fueron cubiertas por los nuevos templos



detalle que representa a la deidad principal



la fachada principal con todos los frisos al descubierto



con sus magníficos dibujos en relieve



Los perros sin pelo típicos de la zona



La Huaca del Arcoiris con bonitos relieves en forma de serpiente



Llegamos a Chan Chan, la ciudad de adobe



El palacio tenía cientos de estancias con paredes en forma de malla que representaban las redes de pescar y demuestran su vinculación con el mar



Al fondo del palacio se sitúa un gran estanque que servía de espejo para observar las estrellas



Desde aquí se dirigía el máximo dirigente a la población



Después de las ruinas, paseamos un rato en la playa de Huanchaco, paraíso de surfistas



desde allí vemos una hermosa puesta de sol



En Trujillo, nos adentramos en el Club de la alta sociedad en el Palacio de Iturregui



Los salones, aunque desfasados, muestran el esplendor de antaño



Para no ser menos, Xavi tuvo que apañarse una corbata



Un gran descubrimiento fue el Café Museo del Museo del Juguete, ideado por el pintor Gerardo Chávez y llevado por su hermano



Una petición difícil de cumplir...



Vistas desde las ruinas de Kuélap



Aquí sus imponentes muros exteriores



Algunos de los relieves que se han conservado en el interior



y la reconstrucción de una de las 600 casas circulares que contenía la ciudad



Una de las tres entradas cuyos angostos muros dificultaban el paso de los enemigos



Curioso el pliegue producido por la fuerza de las placas tectónicas



El supuesto templo principal de las ruinas (aunque todavía se discute si pudo ser un almacén o una prisión)



Salimos por una de las entradas, en las que se ve la altura de la base de la ciudad entera



Y aquí ya, desde fuera, ¡nos despedimos de tanta ruina y nos vamos para la selva!

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