Es curioso lo poco que nos ha costado acostumbrarnos al
calor y al ritmo de Iquitos, una ciudad aislada del resto del Perú, a la cual
sólo se puede acceder por avión o por el río. Una de las cosas que sorprende de
esta ciudad son sus dimensiones. Iquitos, con sus más de 500.000 habitantes, es
la segunda ciudad más grande de la Amazonia, y aunque no hay casi coches, por
ella circulan 50.000 ruidosos mototaxis que con su barullo y movimiento le
otorgan un carácter especial.
Lo más impresionante de Iquitos ha sido visitar Belén, un
barrio periférico que se inunda cada año durante la estación de lluvias.
Algunas de las casas de la parte baja están construidas sobre estructuras de
madera y flotan cuando llueve, otras tienen la parte residencial directamente
elevada sobre pilotes, a tres metros sobre el suelo. Pero luego están las casas
de cemento de la parte más alta, que no flotan cuando la crecida del río las
inunda. Solución: quitar todos los muebles y trastos de la planta baja, y dejar
que entre el agua. A partir de ese momento la gente entra en sus casas en
barca. Por eso, a pesar de las distancias, al barrio se le llama “la Venecia
peruana”. Este año, entre enero y marzo, el río Amazonas ha tenido una
espectacular crecida, lo que ha dificultado aun más la vida de mucha gente.
Desde nuestro punto de vista, parece increíble que alguien decida vivir en un
lugar que sabe va a estar inundado durante parte del año. Cuando le preguntamos
a un guía que nos llevó a dar un paseo en barca por el barrio si la vida allí
no era muy dura, nos contestó con una sonrisa que “la gente está acostumbrada”.
De pasta de moniato nos quedamos cuando visitamos su casa, porque por no tener
no tenía ni paredes, sino algún que otro trozo de madera y chapa. Y el lavabo,
como el del resto de vecinos, es una pequeña caseta sobre el río, a donde va a
parar todo a pesar de que las mujeres lo usan para lavar la ropa y algunos
hasta pescan en él. Especialmente triste fue ver al padre, enfermo de un
derrame cerebral, acostado sobre un catre en el suelo separado del resto de la
estancia por una fina cortina. Esperamos que se recupere.
En las calles de este barrio se celebra cada día uno de
los mercados más alucinantes que hayamos visto en la vida, el mercado de Belén.
Los productos que tienen y cocinan son totalmente autóctonos: peces de río como
doncellas, paiches o palometas; caimanes
(o “lagartos” como los llaman aquí), frutas exóticas como el aguaje, etc. En
una de las calles están especializados en remedios naturales, y además de todo
tipo de plantas, venden brebajes exóticos contra todo tipo de males (el 7
raíces) y afrodisíacos potentísimos como el SVSS (Siete Veces Sin Sacarla) o el
RCN (Rompecalzones). Para quien quiera flipar en colores, recomiendan un viaje
con ayahuasca, un potente alucinógeno que cada día está más de moda entre los viajeros
y que aquí te venden para que te lo prepares tú mismo, aunque todo el mundo lo
desaconseja sin la presencia de un buen chamán.
Alrededor de Iquitos y por toda la Amazonia proliferan los
lugares en los que hacer ceremonias de ayahuasca guiadas por chamanes. Hay
gente que decide pasar una semana en alguno de estos lugares y hacer varias
ceremonias para purgarse de sus males y hacer introspecciones en uno mismo. Por
lo que dicen, a través de alucinaciones de toda clase la planta te confronta
contigo mismo y te indica el camino a seguir. Eso sí, durante la ceremonia es
muy probable que vomites o defeques. En fin, es algo muy fuerte que nosotros no
probamos pero que, si se hace, mejor hacerlo con un chamán reconocido y no con
alguno de los cientos de charlatanes que deben proliferar por ahí. Conocimos a
un italiano que nos contó que la experiencia alucinógena fue mucho más fuerte
que cualquier ingesta de hongos, o un británico al que la ceremonia le sirvió
para darse cuenta que debía replantearse la relación con su novia. También
hablamos con un bielorruso que había dejado su vida como carpintero en Nueva
York para trabajar y aprender en un centro que estudiaba cómo relacionar la
ayahuasca con el psicoanálisis occidental y otras técnicas de meditación
budistas. El chico ya llevaba más de 30 sesiones y nos pareció muy majo,
tranquilo y cuerdo.
Volviendo al mercado, lo más sorprendente que vimos fueron
las paradas donde vendían monitos (un monito a 20 €), guacamayos, tortugas o
lagartos, todos ellos extraídos de la selva para convertirse en exóticos animales de compañía o acabar en una sopa.
Una salvajada que muchos turistas, aunque a veces con buenas intenciones,
siguen fomentando cuando compran los animales para luego dejarlos en los
centros de rescate y así “liberarlos”, sin darse cuenta que están alimentando
la captura de estos pobres bichos para su posterior puesta en venta.
En Iquitos hay varios lugares especializados en la
rehabilitación de animales que han sido rescatados o que los propios
propietarios han entregado porque no les dejaban vivir. Los monitos frailes,
por ejemplo, son terriblemente celosos, así que cuando se encariñan con un
miembro de la familia atacan a todo aquel que se le acerca. Entre los lugares
que visitamos está el Mariposario de Pilpintuwasi, donde además de criar
mariposas tienen a animales rescatados como el mono inglés, el perezoso, el
jaguar o el oso hormiguero. También fuimos a un centro de recuperación de
manatíes, donde asistimos a las explicaciones de un motivadísimo voluntario,
Jason, e incluso pudimos dar de comer a estos mamíferos acuáticos de cara bien
curiosa.
Aparte de estas visitas en los alrededores, aprovechamos la
estancia en Iquitos para degustar su gastronomía y probar las bebidas locales
en los bares de la zona. Saboreamos los deliciosos chicharrones de pescado en
Como en el Norte o diferentes tipos de riquísimo pescado amazónico y lagarto a
la parrilla en el Mercado de Belén. Para despedirnos de la ciudad, fuimos con
nuestros amigos alemanes Tobias y Chrisi a probar una gran variedad de chupitos
amazónicos en el Palo Alto, muy popular entre los lugareños. Así, con gusto a
pescado y a licores de frutas y hierbas, dejamos Perú después de más de 40 días
de disfrute en este variado y espléndido país.
A ver a ver, ¿qué toca escribir hoy? ¿Una carta de amor, un documento oficial?
Una marea de mototaxis, la estampa más habitual en Iquitos
Curiosa forma de colocar a los "peces prehistóricos" en el mercado de Belén
Patas de "lagarto" a la parrilla
El ajedrez, una buena manera de pasar el tiempo en una de las peluquerías al aire libre
Cruce de barcas en el barrio de Belén
Navegando entre las casas flotantes
donde la vida de desarrolla en el río
Más postales belenianas
Y aquí, un ejemplo de las casas sobre pilotes
Con los retretes en casetas sobre el río
En la humilde casa de nuestro guía
En algunas zonas no llega el camión de la basura
Más arriba, venden este mono fraile por el equivalente a 20 euros
Siete Veces Sin Sacarla, eso promete este brebaje
Para comer, qué mejor que pescado amazónico a la parrilla
¿Qué tal un paquete de cigarros liados a mano?
El mercado se va acabando y llegan cientos de cuervos a por las sobras
una escena digna de Hitchcock
La hermosa vista del Amazonas desde el malecón de Iquitos
En el museo nos encontramos con decenas de estatuas de indígenas en tamaño natural
Se riza el cielo sobre el ex Hotel Palace
y luego todo se vuelve naranja
En el mariposario nos enseñan la postura de defensa de la mariposa buho
Y un oso hormiguero corretea libremente ante nuestros pies
El gato salvaje está triste entre rejas
Así reclama cariños el mono inglés
Y en el lago, acechan nuestros "queridos" lagartos
Con Chrisi y Tobias caminando por el apacible pueblo Padre Cocha antes de tomar la barca de vuelta a Iquitos
Al día siguiente damos de comer a dos inofensivos manatíes
Y en el parque y zoo de Quistococha observamos la agilidad de los monos araña
un jaguar retozándose
iguanas descansando
y un perezoso al que le cuesta muchísimo moverse e incluso abrir los ojos
Otra especie que se encontraba por allí
¿Y qué hacían estas tortugas en fila? Parece que jueguen a arrancar cebollas
Una bonita laguna en el parque
Conversando cara a cara con un guacamayo
Y a la vuelta, nos lleva a Iquitos un camionero junto a su primo policía y las dos hijas del último
Al amanecer, partimos hacia Leticia (Colombia)
¡Hasta la vista querido Perú!
Y Colombia?? :) hola los espero por Cali!!!
ResponderEliminarAtt: Carlos y Marcela
Colombia, excelente!!!! Y Cali, allí vamos!!!
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