15 de junio de 2012

La Paz, mercadillo y fiesta en el valle de ladrillo


La llegada a La Paz desde arriba por El Alto, desde donde se ven miles y miles de casas de ladrillo encaramadas en las laderas de un enorme cañón, es simplemente alucinante. Y es que esta ciudad de calles empinadísimas está situada en un lugar impresionante, donde para ir hacia el centro sólo hace falta bajar, y así se llega a la calle principal que, como si de un río se tratara, es el punto más bajo de la villa. Al revés que en muchas ciudades, en La Paz los barrios buenos están abajo, y encaramadas a los cerros y en El Alto, otra ciudad por encima del valle, habitan las clases más populares. Eso sí, desde todas partes se ve el majestuoso monte nevado Illampu, de más de 6.000 metros.

En La Paz se vive con el frenesí de las ciudades bolivianas, pero corregido y aumentado. Los enormes mercados callejeros divididos por zonas (calles y calles de faldas coloridas, bricolaje, sombreros, juguetes…), el caos de combis buscando pasajeros, y los vendedores ambulantes de comida se combinan con la tranquilidad de las iglesias o los museos. A medida que se va bajando por la calle principal hacia Sopocachi, aparecen más y más rascacielos y la gente va vistiéndose más moderna. Llegamos a la zona buena, donde hay árboles, casas unifamiliares  y tiendas que podrían estar en cualquier ciudad europea. Nada que ver con la zona superior de la ciudad.

En la capital boliviana tuvimos la suerte de coincidir con una de sus mejores fiestas, la del Cristo del Gran Poder, donde decenas de miles de personas desfilan bailando en comparsas  desde las 7 de la mañana hasta medianoche. Nuestro hostal estaba situado en la calle principal, así que desde la terraza pudimos ver la entrada cómodamente. A la que bajamos a la calle, aquello era el caos. Para ir a la esquina de al lado había que dar una vuelta de narices, y para cruzar de un lado a otro de la calle principal, rodeada de tribunas improvisadas de sillas de plástico, había que hacer cola durante horas. Eso sí, ver la fuerza del baile, el sudor y la alegría en las caras de la gente y los coloridos trajes y las plumas de cerca, fue un espectáculo inolvidable. A la noche, cuando acabó el desfile, se cruzaban legiones de borrachos de todas las edades (cholitas de cierta edad incluidas) con la gente que recogía el tinglado de las sillas, la  que limpiaba los escombros y la que seguía cocinando carne y chorizos a la parrilla. La visión de los fuegos y el humo en la oscuridad, junto con los restos de la fiesta y los zombis que deambulaban parecía del apocalipsis final. Eso sí, al día siguiente todo estaba impecable.

Aprovechamos también la estancia en La Paz para visitar las cercanas ruinas de Tiwanaco, donde gracias a las buenas explicaciones de un guía pudimos conocer las características de esta gran cultura preincaica que, después de haber desarrollado una técnica arquitectónica y unos saberes astronómicos sorprendentes para la época, desapareció misteriosamente en el 1.200 d.C.

Y decimos que fue gracias al guía, porque lo que fue un complejo astronómico de primera magnitud (con varios templos, una pirámide y un cementerio) fue talmente saqueado a partir de la conquista de los españoles, que hoy quedan sólo algunas piedras inconexas. Además, algunas partes se han reconstruido en lugares distintos a los originales, por lo que si no te lo explican, es imposible entender nada.

Los tiwanacos, por lo visto, desarrollaron un conocimiento astronómico inigualable, que entre otras cosas les permitía saber cuándo y qué cosechar. Conocían perfectamente los ciclos del sol y de la luna, como demuestra la disposición de los templos y sus inscripciones. Para ver mejor el cielo, dicen algunos estudiosos, se deformaban el cráneo con planchas atadas a la cabeza. ¿Qué pudo acabar con una cultura tan desarrollada? La teoría más plausible es que fue una tremenda sequía (de hecho tiwanaco significa “costa seca”), que redujo el lago Titicaca, que antes llegaba hasta estos parajes, a lo que es hoy. Al alejarse el agua, los tiwanaco emigraron hacia otros lugares en los que se han encontrado algunos de sus mejores tesoros. Con ellos, se llevaron también el conocimiento acumulado, unos saberes que culturas posteriores como la inca bien supieron aprovechar.



 El nevado cerro Illampu preside esta ciudad 



donde las casas se encaraman por las laderas de un cañón



y en la parte baja de este inmenso valle de ladrillo se suceden los rascacielos, o zona bien




En el estadio se está a punto de disputar el partido entre Bolivia y Chile


Hasta los edificios oficiales están en calles empinadas



Esta es la estampa típica de La Paz, con el habitual tráfico de coches, taxis y colectivos



La venta callejera cubre las calles de media ciudad



Y en el Mercado de las Brujas cuelgan los fetos de llama, que se entierran en los cimientos de las casas para traer suerte a los inquilinos



Aquí todo son subidas o bajadas



y el frenesí sigue por la noche



Hoy es la Fiesta del Gran Poder



en la que miles de bolivianos desfilan de sol a sol



con llamativos trajes de colores



Toda la calle principal se cubre de gente y danzas



y tenemos la suerte de poder verlo desde el balcón del hostal



Pasan miles de bailarines y músicos



como éstas, con los típicos bombines que llevan las cholitas



hasta la noche la fiesta sigue



y los trajes fantásticos y los ritmos no se acaban hasta entrada la noche. ¡Vaya festival!



Llegamos a las ruinas de Tiwanaco, donde nos espera un complejo dedicado al estudio de la astronomía



Esta cultura pre-incaica demuestra un desarrollo impresionante, tanto en la arquitectura



como en el dominio de los tiempos y las estaciones, todo con el fin de saber cuándo y cómo cosechar



Aunque algunas partes se han reconstruido en lugares que no tocaban, las partes originales del conjunto se relacionan entre sí y son impresionantes



Y como ejemplo de la artesanía Tiwanaco, un par de vasijas que se encuentran en el museo 

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