Por fin hemos conocido las maravillas de Cuzco, la ciudad
en forma de puma que fue la capital del Imperio Inca, un inmenso territorio
conectado por cientos de caminos que hasta la llegada de los conquistadores
abarcó desde Ecuador hasta el norte de Chile. La visita a Cuzco y las ruinas
del cercano Valle Sagrado nos han zambullido en esta fascinante cultura que
adoraba al sol y gobernaba su Imperio con mano de hierro.
La verdad es que el trabajo de los incas, que supieron
aprovechar todos los conocimientos de las culturas previas y dominadas, es más
que impresionante. Los muros antisísmicos de enormes piedras irregulares que
encajan a la perfección, la superficie lisa de muchas de las paredes de piedra de
los templos, las ciudades y las terrazas de cultivo esculpidas en las laderas
de las montañas, el sistema de canalización de las aguas que no dejaba que se
formara un solo charco…
Es una verdadera pena que gran parte de sus obras hayan
sido destruidas por los conquistadores. Esto es visible, por ejemplo, en el
Coricancha de Cuzco. Sobre este “templo dorado” dedicado al sol, quizá el más
importante del Imperio, los españoles construyeron el Convento de Santo
Domingo. Y así, suma y sigue. En las alturas de Cuzco también están las ruinas
de Sacsayhuamán, una construcción colosal que no se sabe si era un templo o una
fortaleza, con muros larguísimos en forma de zigzag, formados por piedras
enormes de cientos de toneladas. Cómo pudieron traer esas piedras de la
cantera, a más de 20 kilómetros de allí, todavía es un misterio. Mucha fuerza
de trabajo, eso está claro. A su vez, los conquistadores aprovecharon algunas de las
piedras de Sacsayhuamán para construir la ciudad colonial. Por suerte no
pudieron con las más grandes.
En el Valle Sagrado también se pueden visitar ruinas de
pueblos incas que son una auténtica maravilla. En Písac se conserva uno de los
mejores ejemplos de la arquitectura incaica en lo que fue una población en lo alto
de la montaña, un complejo extenso con torres de vigilancia, terrazas
agrícolas, graneros, viviendas, centro ceremonial y cementerio. La finura de la
talla de las piedras del centro ceremonial, donde se encontraba un reloj solar
o Intihuatana (que en quechua significa “lugar donde se amarra el sol”) es
alucinante. En Ollantaytambo, un pueblo que nos encantó, también sorprenden los
muros y las terrazas agrícolas encaramadas a la montaña, pero aquí la gente
vive en el antiguo pueblo inca, de trazado cuadriculado, que está en el propio
valle. Es realmente especial pasear por las angostas calles y ver cómo detrás
de los muros incas y las puertas trapezoidales discurre la vida en patios y
jardines.
Otros lugares imperdibles del Valle Sagrado son el centro
de experimentación agrícola que tenían los incas en Moray, con sus hermosas
terrazas concéntricas que parten de un círculo para acabar formando una especie
de ocho, y las salinas comunitarias de Maras, un enjambre de pequeñas pozas o charcas
de agua salada rodeadas de sal solidificada, que al atardecer van cambiando de
color y pasan del marrón al azul plateado. Un lugar mágico.
Las fiestas en e Cuzco comienzan dos semanas antes del Inti Raymi
Toda la ciudad se moviliza
y la Plaza de Armas es un hervidero de gente
Las maravillosas piedras que forman los muros dentro de la ciudad
se unen, unas con otras, sin necesidad de cemento ¡y a prueba de terrremotos!
En las calles del Cuzco los edificios coloniales se asientan sobre los preciosos muros incas
Llegamos a las ruinas de Písac, desde donde se ve el pueblo colonial
El conjunto sagrado es de una finura impresionante
A lado y lado, hay decenas de terrazas agrícolas
talladas siguiendo la forma del cerro
Este es el Coricancha o templo del sol, sobre el que los conquistadores construyeron Santo Domingo
Y aquí los muros en zigzag de Sacsayhuamán
con sus puertas trapezoidales
y sus enormes piedras
Otras ruinas, las de las fuentes de Tambomachay
La Plaza de Armas de Cuzco, con la catedral y la iglesia de la Compañía de Jesús
Empieza el Inti Raymi con los representantes de los cuatro "suyos" y un poli delante
Llega el Inca
quien solemnemente realiza la ceremonia en el centro de la plaza
Al acabar, vuelve a desfilar toda la comitiva, que se dirige a Sacsayhuamán
Estas son las calles de Ollantaytambo
donde entre los muros incas discurre la vida cotidiana
Aquí un pequeño del lugar, vestido para el día de fiesta, que jugaba delante de su casa
Desde las calles del pueblo, rectas y angostas, se ven las ruinas en el cerro
Una fortificación y decenas de terrazas forman el conjunto
Alguna parece que tiene prisa...
y otras andan medio embelesadas...
Sobre los tejados, no faltan la cruz católica y los toros, para que a la casa no le falte de nada
Empieza el Ollantay Raymi, con cientos de actores representando la función
pero hay hambre y preferimos ir a por unas truchas
El cuy, no gracias, y menos empalado
Estas terrazas de Moray servían como centro de experimentación agrícola
Y aquí, el Verónica y otros cerros de la zona
El enjambre de salinas de Maras
donde la tarde y la sombra va cambiando el color
y donde cada miembro de la comunidad tiene derecho a una pocita
que después de tres días de evaporación de agua, contendrá una fina capa de sal que habrá que rascar