6 de marzo de 2012

Una de lobos marinos, en Cabo Polonio

Si aún no teníamos suficiente tranquilidad, nuestra siguiente parada, Cabo Polonio, ha resultado ser un sitio todavía más salvaje y rupestre. Allí sólo se puede ir a bordo de unos camiones militares reformados o andando durante kilómetros por las dunas de arena.
La única luz  eléctrica que llega allí sirve para alumbrar el faro,  las casas son mayoritariamente barracas de colores y abundan los hippies y las velitas. Dicen que ahora hay 340 casitas, y que no está permitido construir ni una más, ni incluso entrar material (aunque siempre se puede “negociar” con los guardas del parque) para arreglar las ya un poco estropeadas construcciones, cuya madera, uralita y chapa tienen que resistir la humedad del mar y los fríos inviernos, cuando la población se marcha y quedan sólo 30 valientes pobladores.
Además de la paz, el cariño y el buen rollo, que ya empezamos a intuir que forman parte del carácter uruguayo, el mayor aliciente del cabo  es una colonia de lobos marinos que viven en las rocas del faro durante gran parte del año. Nosotros sólo hemos visto una decena, pues el resto ya se ha ido para unas islas cercanas a alimentarse después de la época de reproducción. Aunque hemos llegado un poco tarde, ver cómo los lobos se tiran sobre las rocas a tomar el sol y cómo discuten y aúllan por conseguir el mejor espacio de solárium, es impresionante. En octubre y noviembre pasan por aquí ballenas australes y dicen que incluso se han visto orcas.


Lobos marinos en las rocas frente al faro



Auuuu!!!!!


El famoso faro que se lleva toda la electricidad



Planeta tierra desde el faro


Casa de Cabo Polonio, sector Pedralbes



Hasta los caballos viven bien



¡Ay va la hostia! La ikurriña ondea en casa de un descendiente de vascos
(certificado por el tendero del súper)

 

Singular ducha, la nuestra (¡no te vayas a duchar sin el mechero!)

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