25 de mayo de 2012

Sucre, animación y desfiles en la Sevilla boliviana


Pensábamos quedarnos un par de días en Sucre, ¡y ya llevamos aquí una semana!

En esta ciudad de casas coloniales blancas, iglesias y amplios patios de tipo andaluz, hay un trajín que no veas. Entre miles de universitarios, niños uniformados y vendedores callejeros, por las estrechas aceras del centro hay que ir en fila india.

De las 18 a  las 22 horas es hora punta y no cabe una aguja. Y es que todo el mundo, también arquitectos, profesores o ingenieros (cuyos sueldos por lo visto no dan para vivir), se dedican a vender hamburguesas, CD o cualquier otra cosa en un mercado que se improvisa cada tarde. Al lío hay que añadir las decenas de corrillos que se forman en la calle para ver el último capítulo de alguna telenovela o combates de lucha libre, a través de televisores encarados hacia la calle.

Y por si el quilombo fuera poco, hemos coincidido con la celebración del aniversario del primer grito libertario el 25 de mayo de 1809, aunque la independencia no llegó hasta 1825. Llevamos dos días de desfiles continuos. Miles de niños, jóvenes y mayores desfilan orgullosos en trajes (con razón los sastres nos decían estos últimos días que no tenían tiempo ni para arreglar una cremallera), a ritmo de música militar; los campesinos e indígenas también desfilan, pero en silencio y sin ir uniformados, como si en realidad la cosa no fuera con ellos.

Entre las visitas más interesantes de la ciudad están el Museo de Arte Indígena, con ejemplos maravillosos de las auténticas obras de arte que tejen las mujeres indígenas de la zona; el Museo Chalcas, donde se exponen cráneos trepanados de cirugías del pasado y momias de bebés, o el Museo de Etnografía y Folklore, con una impresionante colección de máscaras de fiestas y rituales. Nos sorprendió muchísimo la diversidad de las mismas, algunas de las cuales nos recordaron muchísimo a ejemplares indonesios (¡qué curioso!).

Y es que en el estado “plurinacional” de Bolivia hay cientos de culturas y tradiciones indígenas por conocer. En los alrededores de Sucre, por ejemplo, habitan yamparas y jalq’as que viven de lo que cultivan: avena, maíz, papa y quínoa. De hecho, lo más interesante de nuestra experiencia en Sucre han sido las excursiones a Tarabuco y el cráter de Marawa con una agencia sin ánimo de lucro, Condortrekkers. Pero eso es otro capítulo.


Llegamos a la ciudad y encontramos el primer bloqueo: los médicos y estudiantes de medicina protestan por el aumento de la jornada laboral y la eliminación de las prácticas durante la carrera 




Así que cruzamos la barricada a pie y nos enchovamos cinco con las mochilas dentro de un taxi: 
¡Esto es Bolivia!




Aprovechamos la estancia en Sucre para hacer algunos remiendos, aunque los sastres están muy ocupados: "Mamita, le hago un favor pues tengo mucho trabajo"




y visitamos la monumental ciudad




con sus bonitos patios





Algunos son de universidades, escuelas, colegios,… y en uno encontramos a nuevos amigos




En el parque Simón Bolívar tienen una réplica a pequeña escala de la Torre Eiffel




y algunos indígenas aún se la miran un poco incrédulos




Si hay tiempo, no hay que perderse el atardecer desde el paseo de Recoleta







Así es Sucre, una ciudad donde el blanco predominante y su porte colonial nos recuerdan a una bella ciudad andaluza, aunque con su fuerte carácter y mezcla indígenas




y una población que se desvive por la celebración del 25 de mayo y que copa las calles desfilando 




Por la noche les toca a los de color caqui (estos ya no nos gustan tanto…) 




Aunque no todo son desfiles... Hay gente que no puede desengancharse de sus telenovelas preferidas o las fantasiosas luchas de pressing catch que parecen ser tan populares aquí en Bolivia.






Puestos a arriesgar el pellejo, ¿que mejor que una montaña rusa boliviana en compañía de nuestros amigos de Condortrekkers? Desafiando las leyes de la física y el azar, y confiando en un engranaje del paleolítico ...




Y aquí, un ejemplo del arte de las tejedoras yamparas de Tarabuco 





y otro de las tejedoras de Potolo (cultura jalq’a), donde con una alucinante imaginación recrean animales sobrenaturales 




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