Gracias a la guía Routard (¡muy mal Lonely Planet, a ver
si actualizamos el contenido!) conocimos la existencia de Condortrekkers, una
agencia de excursiones sin ánimo de lucro gracias a la cual hemos vivido dos de
las experiencias más gratificantes de nuestro viaje.
Junto con guías bolivianos y voluntarios de todo el mundo,
las excursiones por los maravillosos paisajes alrededor de Sucre buscan acercar
al viajero a la realidad boliviana y las culturas indígenas. El dinero
recaudado sirve para financiar proyectos locales, destinados sobretodo a la
infancia, con lo que la experiencia resulta triplemente enriquecedora.
En la primera excursión, que hicimos con el guía Johnny
y el voluntario eslovaco Iván, fuimos
caminando del pequeño pueblo de Tarabuco, a dos horas de Sucre, al todavía más pequeño
pueblo de Pisili, donde las casas, esparcidas por las suaves colinas, se
combinan con cientos de campos de maíz, papas, trigo y quínoa. Allí cenamos en
el patio de una casa la sopa que nos cocinaron la madre y la hermana de un
antiguo guía de la agencia, que hoy es el dirigente de varias comunidades de la
zona. Las mujeres andaban ajetreadas preparando la cena para la decena de
personas que estaban recogiendo su cosecha de patatas, pero nosotros no
llegamos a ver la llegada de la comitiva. Acampamos cerca de la casa y, después
de hacer una fogata, dormimos bajo uno de los cielos más estrellados que se
puedan ver.
A la mañana siguiente, hicimos el mismo camino que cientos
de campesinos, que andando o en burro se dirigen a Tarabuco para vender sus
productos en el animadísimo mercado dominical. Y es que, aunque a los campesinos
les sobran los productos que cultivan, les falta todo lo demás, y así, aunque
antes se apañaban con el trueque, hoy necesitan dinero, por ejemplo para
comprar la ropa o el material escolar de sus hijos.
Además de comida, en Tarabuco se puede encontrar de todo:
ropa, relojes, pósters… Pero sin duda lo que más atrae a los turistas son los
simétricos y brillantes tejidos de la zona, que representan escenas de la vida
del campo, o las alucinantes obras de arte de las mujeres jalq’a, de la zona de
Potolo, composiciones caóticas de animales imaginarios en rojo y negro, una
auténtica pasada que sale de sus cabezas y manos. El arte de tejer, lejos de
morir, parece que está evolucionando en los últimos años, lo que es una muy
buena noticia.
En Tarabuco también fuimos a una chichería a beber chicha
(maíz fermentado) y jugar al Sapo (un juego que Mariona también jugó en su
infancia: ¡la Rana!) Con la alegría chichera, acabamos bailando con locales y
también comprando por primera vez en este viaje. A la vuelta, pillamos un
atasco de narices para entrar en Sucre, pues estaban haciendo un rally por el
centro. Inventando carriles y caminos inexistentes, los conductores se jugaban
el tipo por adelantar a quien fuera. Y así, divertidos con la situación y
comentando la jugada con los locales, llegamos felices y contentos a destino.
Llegamos en bus de línea a Tarabuco y nos ponemos a caminar
por suaves y bonitos paisajes
a la hora de la comida, no falta el humor...
seguimos una horita más
hasta que al fondo se ve alguna casa...
Hemos llegado a Pisili
así que toca acampar y barrer las cacas del ganado
En el patio de una casa, donde almacenan sacos de papas, nos obsequian con un té
Y nos vamos a dar una vuelta por el pueblo
donde hay escuela y cancha de fútbol (eso sí, una red no les iría nada mal)
Atardece en Pisili
y después de cenar en el patio de la casa hacemos una fogatilla junto a las tiendas
Amanece un nuevo día en Pisili
y para desayunar nos ofrecen harina de trigo tostada y unas sopas
Luego sacan los trajes regionales para que nos los probemos
¡Vaya pintas!
Ellos son mucho más auténticos... y se dejan fotografiar, cosa rara, porque muchos tienen la creencia de que la fotografía les roba el espíritu
Los chicos acaban comprando unos gorros de lana de oveja
y venga, que ya es tarde, a recoger las tiendas y hacia Tarabuco
Antes de salir, damos la fruta que nos ha sobrado a unos niños
y caminito para Tarabuco...
vamos tan tarde que algunos ya vuelven
y otros no se sabe si vienen o van...
Llegamos al pueblo y la animación es grande...
Vamos a refrescarnos con una buena chicha
y a jugar al Sapo...
Y después, a dar vueltas por el animado mercado
donde hay de todo
pero sobretodo mucho vegetal
y tejidos maravillosos como los de las mujeres jalq'a, plagados de seres alucinantes
y los yamparas, que hacen las mujeres de Tarabuco explicando la vida cotidiana
Y para acabar la aventura, ¿qué mejor que un atasco boliviano?
No hay comentarios:
Publicar un comentario